“Tengo miedo” – decimos todos, en general, alguna vez, o puede que muchas veces. Algunos días, o puede que muchos días, la mayoría de días para que tenemos miedo. Yo por ejemplo he sentido como se para a mi lado y como una sombra me abraza para dejarme paralizada en ocasiones y en otras para generarme emoción. “Tenemos miedo. ” Y esa es una verdad a la que le tratamos de huir constantemente pero la verdad es que en esta búsqueda constante de paz en la que vivimos, lo más fácil no es dejar el miedo a un lado, sino aprender a vivir con él. Aprender a entender las mil clases de miedos que existen, diferenciar entre los que podemos controlar y los que sencillamente están ahí y no van a irse porque pertenecen al curso natural de la vida. Estar vivo no sería lo mismo si no tuviéramos miedos; y entender esto puede ayudarles a cambiar por completo esa pared que supone tener miedo y que muchas veces es lo que lo separa a uno del otro lado del río donde queremos apostar porque nos va a ir mejor, porque está lo que nos merecemos o porque la vida a veces necesita girar para no estancarse, y porque los cambios sean como sean, suponen nuevos y a veces más grandes miedos.
Por eso es que en este artículo quiero hablar del hombre gigante, oscuro y sombrío que me dibujo mentalmente cuando siento el miedo cubrir la mayor parte de mi, y por eso creo que es momento de que empecemos a dejar de ver el miedo como un enemigo, o como algo que solo unos pocos sienten sino como un accesorio de la naturaleza humana que por cierto nos empapa a todos desde pequeños. Porque si nos ponemos a pensar, fuimos incluso criados con miedo. ¿O a ustedes no les hablaron nunca del Coco? ¿Qué tal el pánico a que hubiera algo o alguien extraño debajo de la cama? ¿No sentimos incluso miedo de perder nuestros dientes cuando se caían porque sin tenerlos el ratón Perez no iba a darnos nada? Crecimos con miedo; y poco a poco nos hemos dado cuenta que incluso le tenemos miedo a crecer. ¿A qué horas nos volvimos adultos que tienen que responder por si mismos en todo? ¿Y no supone este proceso un miedo gigante a no lograrlo? Hoy en día preferiría que el Coco siguiera siendo mi mayor miedo, pero la verdad es que el Coco por mucho no nos dejaba dormir, pero nunca mataba sueños. Y uno de los miedos más grandes que tenemos como seres humanos es a quedarnos con los sueños en carteleras, o en listas, o en intentos que siempre resulten fallidos, porque adelántarsele a la vida, da miedo, pero quedarse quieto, mata.
“Tengo miedo” es un artículo que quiere coger el miedo y descuartizarlo, dividirlo, y agruparlo también; para que asemeje un manual en el que cada uno sepa cuáles son esos miedos que lo gobiernan y así empecemos a combatirlos, pero no acabándolos, porque la verdad es que no creo que los miedos mueran, creo que aprendemos a vivir con ellos.
- Miedo de supervivencia
Tenemos miedo a enfermarnos, y a quienes amamos se enfermen. Tenemos miedo a que algo malo nos pase a veces en lugares que no creemos seguros, y a veces incluso estando en casa. Tenemos miedo a noticias que nos cambien el curso normal de las cosas, tenemos miedo a despedirnos de los demás, o incluso tenemos miedo a no poder despedirnos. Y por eso tenemos que decirles a los demás cuán importantes son para nosotros, tenemos que hacer esas llamadas que tenemos pendientes, tenemos que cumplir las promesas que les hacemos a los demás y a nosotros mismos, tenemos que vivir para servirle a los demás y vivir en la gratitud. Las personas que están más agradecidas con sus vidas, son las que más cuidan de ellas y de todos a su alrededor. Porque tenemos miedo a perder las cosas lindas que tenemos, y ese miedo que tenemos de perderlas, debe ser suficiente para vivir por ellas y asegurarnos que hacemos siempre todo lo que podemos por quienes amamos y por lo que amamos, para que si un día perdemos no tengamos cuentas pendientes ni con nosotros mismos ni con los demás. Tienes que cuidar de ti, tienes que sacar tiempo para ti, tienes que entender que la vida es una y es la que estás armando en plenitud con quienes te aman, y aunque entre más grande es el amor más miedo tenemos, este miedo de supervivencia es el que al final nos hace guerreros por siempre.
- Miedo a la soledad
Este es el miedo que llega justo después de sentir que se quiebra el corazón, después de despedirnos de una relación y empezar a preguntarnos ¿Cómo salimos de esto? ¿Voy a volver a enamorarme? ¿Cómo se empieza una relación de nuevo? Y morimos de miedo no por el presente sino por el futuro que siempre es incierto y nos ataca con preguntas. El dolor de la ruptura o la muy conocida tuza es proporcional a los planes que uno tenía con la persona que se va, porque ahora tenemos miedo de todo eso que quizás no sea. Tenemos miedo a comparar a todos los que lleguen con quien se fue, tenemos miedo a que nadie nos de la talla, o peor aún que nadie quiera quedarse a recibir lo que tenemos para dar.
Tenemos miedo a ver pasar el tiempo con ganas de amar a otros pero viviendo en soledad, viendo cómo pasan los trenes y de ninguno se baja un pasajero que venga por nosotros. Tenemos miedo a la soledad, a enfriarnos, a dejar de sentir, y olvidamos que el miedo nos paraliza, nos encierra; y que el miedo que si necesitamos mantener vivo es el de volver a perder algo, porque solo tienes miedo de perder lo que has querido, y no puedes negarte a volver a querer a alguien por miedo. Todos tenemos miedo cuando abrimos el corazón, pero ese miedo solo debe significar que estas amando plenamente y que la vida te premia con momentos que nadie sabe si durarán por siempre, pero si serán eternos en tu memoria.
Tenemos miedo a la soledad, a no poder volver a soñar, a quedarnos sin amar y sin ser amados, pero este miedo debe impulsarte a amarte más a ti mismo y entender que si vives enamorado de lo que eres, tendrás un romance para toda la vida, y entonces la soledad dejará de atemorizarte.
3. Miedo al cambio
¿Cómo es que la vida viene sin manual para tomar decisiones? ¿Cómo es que todos los días sale uno de la casa mirando hacia cada esquina de las calles antes de cruzar? ¿Y cómo es que muchas historias han dado giros de 180 grados por una decisión que tomemos? Tenemos miedo al cambio que suponen nuestras decisiones, tenemos miedo a no saber si estamos tomando el camino correcto, a no poder prever si estamos o no equivocados, a perder lo que tenemos por irnos en busca de algo más. Tenemos miedo a movernos; pero la verdad es que la vida es eso: movimiento. Y debemos tener más miedo a acumular preguntas que a tomar riesgos y a intentarlo, porque eso que te produce miedo, pero a la vez te emociona es lo correcto. Nunca nadie va a asegurarte cómo va a irte, pero si será triste que te quedes preguntándote cómo te hubiera ido.
El miedo y la comodidad nos envejece, nos arruga las ilusiones, nos hace creer que somos porcelanas, cuando realmente somos seres moldeables que pueden adaptarse a los cambios, y más cuando estos provienen de nuestras decisiones. Tener miedo al cambio es dudar de nosotros, y por eso no podemos dejar que nos consuma; porque todos somos más grandes que ese miedo a dar un paso al lado, o al frente y avanzar. Hay momentos en la vida que vienen sin señalización, pero lo primero que se te ocurre cuando esto pasa es lo que debes seguir porque es tu intuición, y la intuición es esa parte de ti que por suerte no tiene miedo. Síguete a ti, date like y empieza a explorar la infinidad de opciones que tiene quién está vivo y no quiere perderse esta fiesta.
4. Miedo a la frustración
Dejé este miedo de últimas porque es el que más tiempo pasa con nosotros, quienes tenemos una lista de sueños y de promesas que nos hemos hecho a nosotros mismos. Quienes procuramos dar no el 100% sino el 130% todos los días de nuestras vidas, porque anhelamos llegar a algún lugar, y nos preguntamos todo el tiempo ¿Qué va a pasar si no llego? ¿Qué va a pasar si no lo logro?
Tenemos miedo de no ser suficientemente buenos para algo, tenemos miedo de no tener todas las respuestas, tenemos miedo de caer mil veces y que en una de esas desistamos de intentarlo, tenemos miedo al fracaso, a no salir victoriosos de esta travesía y a no cumplirnos todas esas promesas que nos hemos a nosotros mismos; porque si algo es cierto es que lo que más nos hace daño es no cumplirnos a nosotros mismos.
Puedes culpar a los demás por muchas cosas, puedes alejarte de los demás, puedes pensar que ese alguien no te ayudó en el camino, pero si tú en tu interior sabes que no diste todo de ti no puedes hacer nada más que aceptarlo, y también tenemos miedo a eso, a no intentar lo suficiente, a no saber cómo hacer que las cosas pasen, a no tener la receta, a hablar con nosotros mismos y decirnos: no pudimos.
Pero justo porque ese miedo es tan grande, y justo porque está prácticamente todos los días entre nosotros, es porque debemos trabajar más fuerte, tener planes posibles, entender qué es lo que depende de nosotros y que no, tocar puertas ¡Miles de puertas! Porque la mayoría van a quedarse cerradas, y eso no puede detenerte, eso tiene que darte motivos para seguirlo intentando.
Por eso tienes que coger el miedo que tienes al fracaso y a la frustración y tienes que hacer de él un motor para dedicarte con más entrega a lo que quieres que suceda, tienes que entender que nadie ha cumplido sueños dentro de su zona de confort y que salir de ahí siempre va a dar miedo pero es lo que hay que hacer. Tienes que ver a ese hombre alto, sombrío y serio al que llamamos miedo y tomarlo de la mano y hacerlo, aún con él, hacerlo. Porque más grande que el miedo al fracaso debe ser el miedo a sentir que la vida no avanza ni se acerca a dónde quieres llevarla.
Todos tenemos miedo de sentirnos frustrados, de no ser grandiosos en lo que hacemos, de no dar ejemplo a los demás, de no inspirarlos y de que nuestras ideas no tengan eco; pero nada es peor que quedarnos quietos, así que hazlo, aunque te de miedo, y hazlo por ti, porque hay cosas que todos sabemos que nadie va a poder hacer por nosotros, y son a las que más miedo les tenemos, pero las que nos van a llevar más lejos.
“Tengo miedo” y se los digo así sin miedo, y quiero que ustedes también pierdan el miedo a tener miedo, a aceptar que tenemos miedo.
Estar vivos es ser vulnerables al miedo, porque estar vivos es tener esperanzas y sueños, y uno siempre tiene miedo de no materializar lo que sueña.
Pero tienes que tener un plan, porque tener planes minimiza el miedo, hace que pierda su poder de paralizarnos.
Tener planes es decirle al miedo: te conozco y no puedo dejarte, pero no me detienes.
Perdamos el miedo a aceptar que tenemos miedo.
Quienes realmente nos aman, aman también nuestros miedos y nos ayudan a combatirlos.
Tener miedo no es algo de pocos, solo que pocos tienen la valentía de contárselo al mundo y decirle: pues sí, lo estoy haciendo con miedo, pero lo estoy haciendo.
El día que ya no sintamos miedo de nada, estamos más lejos de estar terminándolo todo, porque nos hemos desprendido de muchas cosas, así que toma tus miedos y siéntete también agradecido de tenerlos porque ellos solo están ahí porque estás viviendo una vida que vale la pena vivir.
“Tengo miedo” y lo acepto así, sin miedo.”
¡Feliz vida!