A veces, muchas veces para ser más exacta, cuando me dedico a filosofar un poco, pienso en lo increíble que es que nos conozcamos a nosotros mismos por medio de un espejo, que tratemos de suponer como nos vemos realmente a través de ese pequeño objeto, que parece indefenso pero que la verdad es que no siempre lo es. Y digo no siempre lo es porque hay días en los que uno no se haya, y se cae al ver su reflejo, porque cuando tienes una idea de ti metida en la cabeza a causa de lo que has visto de ti en el espejo, es difìcil que lo que otros digan pueda ayudar a que te sientas mejor. Justamente porque es èl el que normalmente termina teniendo para nosotros la última palabra. Y entonces, consciente de la fuerza que puede tener ese rinconcito que con efectos de la luz nos deja vernos, y hablarnos, y normalmente sonreírnos, concluyo que por más difíciles que se pongan las cosas en la vida, hay algo de lo que podemos ser dueños normalmente, y hay algo que podemos controlar todos los días, y es nuestra forma de mirarnos al espejo.
Porque somos capaces de decidir con qué cara mirarnos al espejo, e incluso cómo queremos vernos para que los días sean más llevaderos, justo porque nuestar relación con el espejo funciona como un ciclo en el que vernos bien funciona como un motor para nuestro estado de ánimo, y viceversa. Así que frente a esto siempre concluyo: Ok, voy a ayudarme un poco, para que la próxima vez que me quede un buen rato mirándome de frente pueda sonreírme y decir:
¡Qué bien te ves! ¡Qué lindas se ven tus batallas en tus ojos! ¡Qué lindo que estés aquí frente al espejo! Regalándote un momento a ti, a tu piel, que es el lugar en el que vas a pasar toda la vida, y que por eso mismo debería ser tu lugar favorito.
Somos seres que hemos pasado nuestra vida disfrutando de la compañía de quienes amamos (y aún lo seguimos haciendo), pero en estos días he empezado a hacer más fuerte mi idea sobre cómo la vida a veces se nos va entre un plan y el otro, de un lugar a otro, de un momento a otro, y donde queda poco espacio para pasar tiempo en este lugar compuesto por nosotros mismos, y las mil versiones de nosotros mismos que tenemos en la cabeza. ¿Cada cuánto nos oímos? ¿Cada cuánto apreciamos un instante de soledad para que todas nuestras ocurrencias tomen protagonismo? O algo más sencillo aún, ¿Cada cuánto nos arreglamos simplemente para vernos al espejo y coquetear con nosotros mismos?
Somos valiosos no simplemente por tener alrededor personas que nos amen, y que nos prefieran la mayoría de las veces por sobre muchas cosas, sino que también nos hace valiosos reconocer que vamos a cambiar durante toda la vida de lugares, de trabajos, incluso, quizás cambiemos de sueños, pero nunca vamos a dejarnos a nosotros, y por eso hay que concentrarse en que esto que somos, nos haga sentir cómodos, plácidos, completos.
Porque muy bien dicho está eso que dice que ni el amor, ni los otros nos complementan, sino que debemos ser seres completos para disfrutar del universo de los otros.
Hacemos cosas por los demás a diario, nos hemos propuesto ser los super héroes de los demás, ayúdamos a quienes amamos, nos reviven las sonrisas de quienes nos rodean, nos llenan de vida las buenas noticias de quienes nos quieren, mantenemos nuestra casa organizada, limpiamos nuestros espacios, renovamos nuestros muebles, y a veces sin darnos cuenta, nos olvidamos un poco de este lugar que habitamos sin que nada externo lo pueda impedir, este lugar que nos toma tiempo conocer, y en el que en ocasiones también nos perdemos, pero del que definitivamente nunca nos iremos, y que por lo mismo debería ser el que más cuidemos: nuestro reflejo en el espejo.
Las miradas que nos hacemos a nosotros mismos al despertar, en la mitad de un día bueno, y en la batalla de un día no tan bueno, en las noches de calma, y en las de ansiedad. Las miradas que nos hacemos a nosotros mismos, cuando recordamos que la conquista por los demás, debe empezar por nuestra conquista propia. Para que digamos sin miedo y sin dudas, que somos nuestro lugar favorito.
Somos las cosas que nos decimos al oído, las mismas que nadie oye, somos los detalles que hacemos por nosotros mismos, sin importar si otros los ven o no, somos las ideas que rondan nuestra cabeza, las que dejamos que florezcan y también las que silenciamos para no hacernos daño.
No somos solo para los otros, sino para nosotros mismos.
Y justo ahora estamos en el momento perfecto para reconocer que todo lo que le mostramos al mundo no es sólo hacia afuera sino que hace parte de lo que realmente somos. Bien dicen que somos en realidad lo que hacemos cuando nadie nos ve, así que el amor que nos dediquemos ahora que el mundo está en pausa es el verdadero.
He leído varias veces algo que me encanta y es que realmente somos las personas que estamos conociendo en estos días, nosotros mismos, así, frente a nosotros, algunos días sobreviviendo, otros días dando la milla extra, unos días más cansados que de costumbre, otros llenos de energía, pero siempre ahí. Sin distracciones que a veces la calle y los demás nos regalan para no tener que hablar con nosotros mismos o vernos directamente a los ojos frente al espejo y decir:
Hola, yo te habito, esta vez somos tú y yo. Te reconozco, eres quien me ha traído hasta aquí. Y no hemos llegado hasta aquí, para solo quedarnos aquí.
Puede que nuestra vida siga mutando diariamente, puede que vengan días extraños, cambios, miedos, triunfos y derrotas, pero hay algo que siempre va a seguir existiendo y es nuestro deseo constante de ser felices; y mucho más ahora que estamos empezando a pensar que no necesitamos tanto para ser felices, que nos tenemos a nosotros y a los nuestros y que a nuestra manera sabemos salir a flote. Porque hemos entendido que no son los lugares los que nos llenan de emociones, sino las personas con las que vamos a esos lugares, y porque precisamente estamos pasando este tiempo en el lugar que mejor debemos tratar y conocer por siempre y para siempre, nosotros mismos.
Por esto, y por más, porque el amor eterno es el que nos profesamos al mirarnos a los ojos y dedicarle tiempo a ese “yo” que vemos a diario en el espejo, esta es una invitación a meterte en tu lista de prioridades, en tu lista de detalles, a meterte a ti en tus planes, a hacer de ti una historia que quieras contar siempre, una obra maestra que construyes todos los días, un lugar en el que vivir sea un placer, una piel en la que agradezcas despertarte a diario.
“El único lugar en el que vas a pasar toda la vida es en ti mismo, así que debes encargarte de que sea tu lugar favorito”