Hoy sentí unas ganas desbordadas de escribirle al amor y su capacidad protectora y regeneradora, al amor que tiene días en que le duelen cosas, al que reconoce en los ojos del otro el punto de partida y el de llegada, a este sentimiento tan grande y poderoso que hace que la sonrisa del otro sea la mejor recompensa.
Hoy quise dejarme llevar al escribir sobre lo que realmente significa amarnos en las buenas y en las malas, sobre el valor de reconocernos el uno en el otro incluso en los momentos de tristeza y de agobio, y de entender en el camino que quien nos ama nos protege, pero tambièn necesita de nuestro abrigo.
Hoy estoy escribiendo con la piel, cerca, muy cerca de quien me ha enseñado el verdadero significado del amor incondicional, el mismo que funciona como bastón cuando parece que la vida se pone en subida, y nos da la fortaleza para decidir no desfallecer cuando todo alrededor nos invite a hacerlo.
El amor incondicional es el que te enseña que no sólo amas el apoyo que recibes, sino el que te nace dar.
Es el que por más que no tenga todas las respuestas, siempre busca las palabras apropiadas, las salidas perfectas, los abrazos reconfortantes, esos mismos que parece que nos devolvieran las ganas de mantenernos de pie, cuando el piso se mueve y nos cambia los planes.
Dicen que sólo puedes amar verdaderamente a alguien cuando conoces su oscuridad, sus noches de insomnio, sus preocupaciones, sus frustraciones, y aún así te quedas; y ese es mi mensaje más grande hoy, amar al otro es entender que ese amor no depende de los días soleados o de las buenas épocas, o de los triunfos y las celebraciones, amar al otro es hacerle saber que tiene siempre nuestra mano, nuestra voz, nuestros brazos, es pasar juntos los días más oscuros y salir siempre de ellos seguros de tener un refugio en el que no hay dudas, porque el amor es eso: Un lugar en el que no caben dudas, y por eso nos salva, nos alivia, nos eleva.
El amor es esta capacidad de absorber lo mejor de los más grandes momentos y tomarse fuerte de ellos para que nada nos haga querer alejarnos el uno del otro, es el más lindo deseo de ver al otro sonreir, cumplir sus sueños, ser feliz, hacerlo feliz.
Hoy escribo desde el lugar bonito que mi corazón ha dispuesto para no ser siempre la consentida, o la frágil, o quien esta triste; sino para ser también la fuerza, la energía, la salida, la esperanza, la guarida preferida de quien comparte conmigo su vida.
No tengas un amor al que solo te nazca pedirle cosas sin el deseo permanente por darlas también, no te pierdas experimentar el placer de querer darlo todo por alguien, que sabes que también lo haría por ti, no te permitas vivir un amor a medias que no te inspire luchar por algo, reponerte de los malos ratos, buscar soluciones, salidas, soñar con mejores mañanas. No vivas un amor con frenos, de esos que no te mantienen la piel de gallina, o que necesitas tener bien cerquita, y que te hacen amar la luz e incluso las sombras; todo porque juntos, nada es tan grave, nada es tan oscuro, nada tan fuerte como para tumbar algo tan fuerte: el amor incondicional, el que de verdad sabe lo que significa en las buenas, y en la malas; y aún así, sin titubear siempre se queda.
Hoy escribo más enamorada que siempre, segura que el amor es la más linda de las complicidades, que cuando es real es cuando reconoce que la vida no es una secuencia eterna de alegrías sino que por el contrario un camino lleno de pruebas que se juntan para que por más que tengamos preguntas podamos siempre concluir que las respuestas estan en el otro. No precisamente porque siempre las tenga, sino porque está presente para que nos refugiemos en èl y podamos darnos el permiso de entregarlo todo sin miedo, de hacernos personas cada día mejores.
Porque eso es lo que hace el amor en nosotros, nos quita los pretextos, nos alivia los miedos, nos engrandece, nos hace más capaces, nos motiva, nos enseña, nos aleja de una vida normal para llevarnos a lugares que hacen que estemos realmente vivos, con la piel erizada, con los sueños siempre floreciendo, con las ganas de querernos y de encontrarnos siempre en otros ojos, para que el camino por más difícil que parezca nunca se deje de andar.
Amor mío tu y yo siempre seguimos andando, y andamos juntos. Juntos que es mi palabra favorita.