¿Por qué parece que hubiera dolor cuando pensamos en volver a empezar? ¿Por qué siempre tenemos un poco de miedo de pensar en empezar de nuevo? Si al final, la verdad es que nunca empezamos completamente de nuevo…

…no puedo ser en una hoja en blanco después de cada final porque de cada final siempre escojo qué es lo que se queda conmigo, y aunque hay cosas que se quedan sin ser bienvenidas, se quedan para que quizás en el futuro no tenga que volver a vivirlas.

Somos una ola, llena de sal, y de movimiento, que parece que jugara a no morir en las orillas cada vez que una etapa termina, porque hacemos parte de este juego infinito de vivir y de salir medianamente completos de la vida, una vida que está llena de finales per sé, y que la verdad es que uno nunca se acostumbra a los finales, y es por eso que volver a empezar siempre suena como algo lleno de nostalgia donde uno se sostiene literal de quien está tendiéndole la mano y le dice: Vamos que el camino es hacia adelante.

Somos un cúmulo de ilusiones que se acomodan en distintos lugares y por eso nos aterra dejarlos cuando la vida parece que debe seguir su rumbo, pero esa es la realidad, el único lugar en el que vamos a pasarnos toda la vida es en nosotros mismos, así que lo demás de seguro estará lleno de finales y comienzos.

Pero lo realmente lindo de todo esto, de esta poca seguridad que tenemos sobre lo que perdura y lo que no, de la fragilidad de nuestros mejores momentos, de lo incierto que es el amor, el juego, la suerte, el trabajo y hasta estar vivos; es que todos somos una bolsa llena de comienzos, una tierra fértil donde a diario surgen ideas, sentimientos, razones, motivos, acciones.

Somos el movimiento, pieles que tienen la oportunidad de volver a empezar no sólo después de algún final de esos que desgarran el corazón y hacen que nos duelan partes del cuerpo que ni siquiera sabíamos que teníamos, sino que pueden escribir sus días a diario, hacer que cuenten, por mucho que cueste, hacer que cuenten.

Empezar de nuevo, organizar la mente, el corazón, darle chance al dolor de pasarse un rato en nosotros y después agradecerle cuando se vaya para que el nuevo camino se vea menos nublado, más esperanzador, más acogedor. Más nuestro.

No somos dueños de nuestros finales, no podemos casi nunca prever cuando llegan o estar preparados para que no nos duelan tanto. No podemos suponer que estaremos en un lugar un período determinado, o que la vida sencillamente no va a sorprendernos con despedidas antes de tiempo; no. No es posible.

Son muy pocos los finales que vamos a poder controlar, porque de eso también se trata la vida, de jugársela a diario, de perderle el miedo a intentar cosas que nadie puede asegurarnos que saldrán bien o que quizás no van a dolernos luego, justo cuando se acaben antes de tiempo. Pero la realidad es que huir del riesgo de que algo nos duela es huir también un poco de estar vivos, porque somos vulnerables a los demás, a lo que hacemos por ellos, a las palabras que decimos…

…Somos vulnerables a ser amados o a ser ignorados, y la vida nunca va a dejarnos ser los dueños de eso; pero ahí también está la magia, porque el no saber cuando va a terminarse algo que te hace feliz, hace que lo valores aún mucho más, y agradezcas a diario por ello.

Saber que la vida es una cadena perfecta de finales y comienzos, y entender que somos vulnerables a ellos es lo que nos llena de fuerza para la mejor de las cosas que tenemos y es que así como no somos dueños de ningún final…

¡Somos los dueños de todos nuestros comienzos!

Los nuevos lugares a los que decidimos mirar llenos de esperanza, las personas que dejamos entrar en nosotros para que nos den un poco de sí y darles algo nuestro, los sueños que volvemos planes, las decisiones que aunque nos cueste tomamos porque sabemos que nos van a llevar más lejos, la vida que empieza todos los días, lo queramos o no, todos los días. Porque de despertarnos en la mañana llenos de motivos, sí somos dueños, si somos quienes decidimos nuestros comienzos y eso es el mejor regalo con el que contamos a diario, la posibilidad de volver a empezar.

Volver a creer, volver a confiar, volver a amar, volver a alzar la voz para decir el nombre de alguien especial, volver a darle a alguien una oportunidad, volver a mirarnos al espejo y darnos las gracias por lo que hemos decidido dejar atrás, volver a ponernos en el centro de todo y recordar que esta capacidad de levantarnos a diario y de decidir pasar una página, o cambiar el libro por completo, nadie, nunca, nos la va a poder quitar.

Volvemos a empezar a diario, aunque llevemos con nosotros algo que nos pese de días atrás, o aunque nos despidamos de quienes queremos, siempre volvemos a empezar, porque creemos en nosotros y nos encanta este cuento de estar vivos, porque todos sabemos que así como dice Shaki un día después de la tormenta cuando menos piensas sale el sol.

Sale el sol.