La verdad es que lo único eterno en la vida es todo aquello que nunca pasa; que se queda suspendido en una pregunta sin respuesta, una pregunta que incluso a veces nadie ni siquiera oye porque nunca dices en voz alta.

Anhelos. Anhelamos. Me gustan tanto estas palabras, pero me producen tanta tristeza.

“Eras todo lo que anhelaba, pero nunca lo supiste, y te fuiste del todo sin que yo pudiera pronunciar palabra, o abalanzarme sobre ti sin miedo” “Anhelo los niños que no van a llegar a tu lado, o esos que mi cuerpo no puede guardar dentro” “Anhelo tener tardes en el parque, los dos corriendo detrás de nuestro perro; pero no sé en qué parque corres tú, ni cómo le pondré al perro que no sé si vivirá conmigo”

Los únicos amores que no terminan en realidad son los que nunca fueron, porque jamás sabrás si funcionaría, y entonces nunca te despides; nunca existe esa conversación temida de: vamos a dejar esto hasta aquí, tú quieres cosas que yo no, vamos por caminos diferentes. Nunca pones punto final, y aunque no lo parezca los puntos suspensivos a veces pueden ser más dolorosos. Pero es que no puedes ponerle punto final a algo que nunca empezó. ¿O sí?

Los puntos suspensivos que dejas en todo eso que pudo ser y no fue, están ahí, aunque no los veas todos los días, y vienen cada vez que algo en tu vida te molesta; porque debes devolverte a aquel momento en que supiste que eso que anhelabas no sería, y volver a preguntarte ¿Será que debí haberme ido mejor por ahí? ¿Sería más feliz si estuviera allá? ¿Será que debí quedarme en aquel lugar?

Decidir apostarlo todo por alguien, dejarlo todo, probar para saber si ese alguien es el lugar del que jamás quisieras irte o si quizás era solo una pregunta sin respuesta, y que después de responderla puedes irte y seguir con tu vida sin vivir anhelando eso que nunca fue; porque tampoco puedes desilusionarte de aquello que no fue, porque no hay cómo saber lo que hubiera sido, y esa es una de las preguntas más duras que todos los seremos humanos nos hacemos varias veces en la vida. ¿Qué hubiera sido si? Si esa persona, ese lugar, esa idea hubiera sido lo que soñabas o si estás mejor ahora. Entre tantas historias, tantos mundos y tanta gente que camina expectante por las calles, hay muchas pieles que se encuentran y sienten deseo de estar juntas, pero no coordinan; y es real que el amor a veces necesita más que amor, tienes que lograr que coincidan sueños, y si no es así que algún alma ceda; pero no siempre es fácil.

Todo aquello que pudo ser un día, al otro parece que nunca será, y hay que aprender a vivir con eso. Y aprender a dejar de anhelarlo, es como olvidar cosas que nunca pasaron.

Desaprender, que es aún más difícil, porque por más resilientes que seamos el dolor de lo que soñamos y no fue es como las piedras en los zapatos, puedes vivir sí, pero siempre va a estar ahí, recordándote que dejaste algo pendiente; porque te quedas colgado de un sinfín de planes que imaginaste increíbles y de un montón de ilusiones que nacieron de suponer que tus decisiones eran las correctas, pero el problema es que nunca vas a saber si fueron correctas, y hay que aprender a vivir con eso también, con un collar de puntos suspensivos que dejen de hacernos pensar en historias que no fueron, y que por el contrario se queden para recordarnos que somos humanos y que por ello somos las decisiones que tomamos.

Qué duro es pensar que es posible durar una vida extrañando algo que no pasó. Es duro sí, pero pasa, y pasa mucho, a muchos.

¿Entienden lo difícil que resulta? Si lo han vivido seguro sí, y más porque esto de los puntos suspensivos no sólo aplica para el amor, está en todos nuestros días, nuestros meses y vidas.

Por eso es que mi mejor batalla es la que combate las preguntas, porque todo aquello que de mí depende lo respondo, porque nunca soy la primera que se levanta de la mesa, ni la primera que se va de la fiesta.

Porque para mí el reto más grande en la vida es llegar al final con la menor cantidad de preguntas sin responder, porque ¿Quién puede sanar una herida que tampoco se ve? No quiero cargar el dolor de imaginar todo lo que hubiera pasado diferente en mi vida si me hubiese arriesgado más, si hubiese entendido ahora en mi juventud que las zonas de confort son espacios en los que hay una de fuga de gas que sin que te des cuenta te va matando. NO.

Yo no quiero que en el final de mis días una infinidad de puntos suspensivos anden merodeando mi cama y yo ahí, sin poder moverme, me quede viendo como ellos me dicen: Ves, no hiciste nada.

Es por eso que me inspira tanto escribir sobre todo lo que pudo ser y no fue, porque la vida no es más que un montón de opciones de las que nosotros vamos cortando retazos para armar nuestros vestidos, y nuestros sueños, y nuestros caminos. Los de la familia que queremos tener, los del trabajo por el que nos levantamos todas las mañanas, los de los lugares en los que hemos tenido y tendremos la fortuna de estar. Porque todo eso que nos ha erizado la piel cuando creemos que vamos a vivirlo; y que después nunca se hace realidad es una de esas piedras que andamos cargando todos en nuestro equipaje, y la verdad no sé cómo alivianar esas que ya llevas tú contigo; quizás si sabes que todos llevamos la nuestra, y que al final esa frase de “todo pasa como tiene que pasar” debe servirnos de algo, porque yo sí soy de las que creo que alguien más arriba sabe para qué nos trajo y para dónde vamos, así nosotros insistamos en desviarnos.

Pero, aunque no sé cómo curar lo que ya ha pasado, y sin embargo espero que estas palabras hagan eco en tu corazón, si se me ocurre animarte a que ya no te preguntes más cosas, a que trates de lograr que aunque duela, todo termine en un punto final, y no en puntos suspensivos, porque como dicen por ahí es mejor estar rojo un segundo, que morado toda la vida, aguantando, resistiendo, cuestionándose, resignándose.

Haz que tu vida sea todo lo diferente a conformarte porque lo que parece que quiere tu corazón está salido de tus planes, o porque estás siendo diferente a los demás.

Las corrientes son solo para los ríos, no para quienes estamos vivos, sintiendo, no tienes que seguir donde estás porque es lo que está bien hacer, no tienes que seguir con tu relación eterna solo porque es la relación ideal y porque ha pasado mucho tiempo pero no te eriza la piel. NO.

Siempre puedes volver a empezar y hacer que todo eso que quieres que sea, de verdad sea, e ir y embarrarte viviendo todo lo has querido vivir, para no quedarte con preguntas que nadie contesta, porque hay cosas que nadie más que tú puede resolver; y esos son los puntos suspensivos.

Esos son los puntos que te van a hacer sentir mejor si los vas uniendo, para sanar todo aquello que pudo ser y no fue, para ir por la vida liviano, y despertarte todas las mañanas con sed del futuro, sin que nada que hayas dejado atrás te detenga.

Dale todo lo mejor de ti a quienes pasen por tu lado, para que si ellos prefieren irse, sea sólo por ellos, y no porque tu te guardaste tu magia para después. No te preguntes si hubieras podido hacer muchas más cosas para que las cosas fueran una realidad o para que funcionaran, da lo mejor de ti y abre tu corazón para que las cosas funcionen. Así, si al final las cosas no pasan, no será por ti, y no te estarás preguntando ¿Qué me faltó?

Vivir al máximo es entender que preguntarnos ¿Qué tal sí? Y quedarnos con la inquietud de lo que hubiera sido, no es protegernos sino apagarnos, somos luces que necesitan mantenerse encendidas, y sólo encienden su luz quienes buscan ver mejor, a veces con miedo, a veces sin tanta fuerza, a veces un poco rotos, a veces con más miedo que otros, pero siempre “en busca de la felicidad”.