“Pa otro lao, donde pueda recuperar todo lo que perdí, donde me pueda levantar para intentarlo una vez más” Este artículo lo empiezo a escribir oyendo esa canción. Si nunca la han oído, por favor, paren todo y pónganla: Pa otro lao de Chichi Peralta. Fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando entre ustedes escogieron que este primer artículo se tratara del cambio de planes. Sí, así como sucede cuando uno sin quererlo pero a la vez necesitando tiene que entender que en la vida le toca coger pa otro lao, porque por donde uno creía no es.

Me parece estar al frente de una Y de tránsito, justo en ese momento en el que uno se detiene y tiene que confirmar hacia donde coger, y la verdad es que uno normalmente siempre tiene un deseo mayor por irse por uno de los dos lados. Nacimos en parte configurados para que nuestras decisiones estén siempre cerca de “tener el control” y no venimos programados para andar caminos que no son los que quisiéramos andar.

Pero hay otra verdad más grande: somos vulnerables, nuestras vidas son vulnerables, y tristemente pero también por un poco de suerte, vivir es remar constantemente sin saber cuál será la costa a la que llegaremos.

Tenemos listas gigantes de cosas por hacer, cosas que anteceden otras cosas y las cosas que van a pasar después. Maquinamos como robots lo que tiene que ser, y cómo será para que estemos bien; quién va a hacer esto, quién dirá lo otro, qué haremos y diremos nosotros cuando eso pase, ¿Qué seguirá después? Nos elevamos en una nube de supuestos jugando con algo que no existe: el futuro.

Y aunque yo soy la reina de las suposiciones, los planes, los pocos cambios en mis planes, el miedo de no lograr lo que me propuse, y lo ideal que sería tener la vida casi resuelta, vengo desde la experiencia a decirles que lo realmente fascinante de la vida ocurre cuando uno se deja sorprender por el camino que creía que no andaría.

O cuando actúa quizás como esa máquina que somos, pero le activa el botón que dice “Pa otro lao”. Porque por aquí no fue.

“Por aquí no fue” ¿Cuántas veces no hemos pensado en eso? ¿Cuántas veces no nos ha tocado detenernos y hacerle duelo a un plan que no se dio? ¡Qué cantidad de cosas y caminos que uno ve irse a lo largo de la vida! ¡Qué lindo sería que la vida nos obedeciera de vez en cuando y estrellarnos no fuera algo para lo que tuvieramos que estar siempre preparados! Pero ni este artículo, ni la realidad suponen un solo camino, ni son el camino lleno de flores y antorchas, decorado a nuestra manera, que quisiéramos recorrer la vida entera.

La realidad es la falta de certeza, las preguntas siempre abiertas, los puentes que a veces se descuelgan. La realidad es el camino con piedras del que pocos tramos pavimentan, la duda, la pausa, el afán, el ruido que le teme al silencio y el vacío que a veces se oculta con relleno.

Queremos algo, SÍ, lo soñamos, lo planeamos, lo imaginamos. Incluso el cuerpo puede sentir lo que recreamos en nuestra mente mientras nos vemos viviéndolo, y así de profundo también nos duele cuando no se da, cuando se nos va de las manos aquello que no se nos va de la cabeza. Pero pasa que nuestra vida es una pieza, una ficha en el juego más grande de mesa, y a veces no basta con desearlo todo, con planearlo todo; a veces casi siempre nos toca aprender a vivir con todo. Lo que llega, lo que nunca llega, y lo que se va antes de tiempo porque nosotros no eramos su nido.

Y esta realidad es la que aplica para todos los cuartos de nuestra cabeza y todos los rincones del corazón: El trabajo que soñaste, que buscaste, perseguiste y no conseguiste. El amor que quisiste, luchaste, anhelaste y viste desvanecerse sin entender por qué. El plan que imaginaste, organizaste, compartiste, y se cayó como se caen las cosas cuando un viento fuerte las tumba.

Creo que extrañamente en la vida tenemos que ser muy buenos para dos cosas: planear y cambiar de planes.

¿Qué contradictorio no? Es como pensar que tienes que aprender algo, pero al mismo tiempo desaprenderlo; jugar a tenerlo todo organizado pero no alterarte cuando llegue el caos. Ser como el agua que se acopla a la forma del recipiente donde la pongas, pero nunca se queda quieta, porque sabe que el agua que se queda quieta se estanca. Ser fuerte pero dejar que la vida también te moldee un poco. ¡Qué novelón esto de vivir y sobrevivir aprendiendo!

Estar vivo es hermoso cuando estás lleno de ilusiones, cuando cada mañana recuerdas que tienes algo porque levantarte  y lo intentas, cuando anhelas una fecha esperada, una llamada esperada. Cuando se acerca el día de eso que has planeado tanto, cuando pones stickers en tu calendario para marcar las fechas especiales y cuando le dices a quienes amas “ese día todo va a salir bien”. Pero resulta que esa es solo una parte de estar vivo, porque también es hermoso cuando lloras por haber perdido eso que tanto querías pero lo ves ir y luego de extrañarlo te levantas y agradeces por lo que sí se quedó contigo; es también hermoso cuando bailas hacia otro lao porque la pista que querías bailar está ocupada; ¡Qué lindo cuando suspiras por lo que no fue y sonríes por lo que aún puede ser! Qué hermoso es estar vivo cuando reconoces que eres vulnerable, que no hay por qué ser invencible ni perfecto, y que planear la vida es una maravilla, pero que también lo es sentarnos a oírla y dejarnos llevar por ella.

Por esto, porque llegaste hasta aquí leyéndome hoy, porque vas a poner la canción que te dije y vas a bailar “Pa otro lao”, quiero que sepas que no es que la vida no quiera darte lo que anhelas, es que a nosotros no nos forjan nuestras victorias, sino los caminos que nunca vimos venir y aún así nos animamos a caminar. Podemos cambiar de planes, podemos aprender a esperar aún más tiempo por lo que creíamos que llegaría pronto, y lloraremos y haremos pataletas porque nuestros aviones no despegan; pero hay algo que cambiar de planes no va a quitarnos nunca y es aquello que de verdad siempre está con nosotros: nuestra pasión.

Somos la canción que siempre queremos cantar, y las notas que estemos donde estemos llevamos en el pecho para levantar siempre la voz y decir: Por aquí no fue, pero será por otro lao.