Cuentan que hay que algo de melancolía cada vez que terminamos de leer un libro, un poco de tristeza y a la vez un poco de alegría, un poco de victoria y un poco de incertidumbre. ¿Cuál será el siguiente? ¿Qué habrá pasado con ese personaje que dejó de aparecer capítulos atrás? ¿Qué habrá querido el actor con este final? ¿Será que hay segunda parte? Y así con las películas, y ahora las series. Todos cuando terminamos de ver una, concluimos que se nos acabó un plan, algo que nos tenía concentrados, algo que era parte de nuestra agenda, que nos entretenía, que nos gustaba… ¿Por qué tiene que acabarse algo que nos gusta? La verdad es que siempre hay algo de desolación en los finales, algo de incertidumbre, de temor, de ansiedad, algo de vida.
Sí, de vida.
Y esto es porque lo queramos o no, lo hayamos pensado o no, esto a lo que tanto amamos y nos aferramos, esto a lo que llamamos vida, es un juego en el que todo consiste en ir pasando mundos, niveles, ir tomando lo mejor de cada uno, vencer a los “muñequitos malos”, lograr pasar al otro lado, saltar los obstáculos o a veces tomarlos con nuestras manos y derribar barreras con ellos.
Somos el “Mario Bros” de nuestras vidas. ¿Lo ven?
Y hay mundos a los que uno llega para hacerlo todo a través de la prueba y el error, y hay otros que uno se conoce de memoria, y hay otros que dejamos antes de disfrutarlos al máximo, y otros que queremos que pasen rápido porque no están sacando lo mejor de nosotros.
Nuestra vida per sé, es un cúmulo de comienzos y finales que por suerte nos da el chance de ir entendiendo mientras crecemos, que todo final supone un comience y que por lo tanto para que algo nuevo comience, algo tiene que terminar la mayoría de las veces.
Así que crecer termina siendo costoso porque nos obliga a aprender que no podemos quedarnos siempre en el mismo nivel, saltando los mismos obstáculos que ya nos sabemos de memoria, y esperar que la vida se mantenga emocionante. La vida es una escalera de ciclos que todos vamos subiendo, y nadie que no haya cerrado un ciclo ha conocido la sensación del éxito.
Y ojo, porque el éxito es cada vez más subjetivo.
Todos tenemos nuestras ideas diferentes del éxito, a todos nos mueven cosas diferentes, a todos se nos eriza la piel con cosas diferentes, y eso significa que por suerte todos somos diferentes, como lo he dicho antes. Pero hay algo que tenemos en común la mayoría de los seres humanos y es que tenemos planeado evolucionar, mantenernos en movimiento, aprender, absorber lo mejor de lo que vivimos y tomar decisiones para seguir el camino, para pasar a otro nivel, para cerrar ciclos.
Hay ciclos que necesitan que cierres otros antes de, y esos son los que más van a costarte, pero son los que más lejos te van a llevar acercándote siempre a dónde quieres llegar. Porque nadie que se haya ganado algo, o haya vivido una experiencia inolvidable, lo ha hecho sin dejar nada a cambio. Y ese lugar que te ha hecho feliz, ese lugar que sabes que debes dejar pero del que te da tristeza despedirte, también es uno de esos ciclos que a lo mejor debe terminarse.
Todos aquí somos las historias que nos ocurren pasando los niveles que la vida trae consigo; y esos niveles, tiene una característica en común, y es que ninguno de ellos es eterno. Si tuviéramos la eternidad asegurada en la vida, a lo mejor no viviríamos al máximo, no sabríamos lo que es tomar riesgos, no nos enamoraríamos con esa intensidad extrema de querer devorar a besos a quien tenemos al lado, no haríamos planes “antes que se haga tarde”, no lucharíamos por ser mejores cada día, porque la eternidad es algo lindo cuando se trata de todos a quienes amamos,
…pero la eternidad no es la vida.
La vida es lo fugaz, lo que hiciste hoy que querías dejar para mañana pero sacaste lo mejor de ti y lo hiciste, la llamada que tenías pendiente, el café con tus amigos, el correo que puede mejorar el día de alguien, el fin de semana que te diste el chance de simplemente tomar el sol.
La vida es lo fugaz, lo finito, y es por eso trae consigo un innumerable conjunto de ciclos en los que cada quien decide como jugar, pero no deja de jugar nunca.
¡No dejes de jugar nunca!
No dejes de querer pasar ese nivel en el que has perdido tantas vidas, no te detengas. No te dejes convencer de quienes te dicen: “¿Para qué te vas a ir si aquí estás bien?” Si has abierto la puerta a buscar cambiar algo, es porque tu cuerpo, alma y mente lo están pidiendo. Y así pasa con todo en la vida: el amor, el lugar en el que vives, el lugar en el que trabajas, el proyecto en el que te embarcas, eres el capitán de tu vida, y ese es el mejor trabajo que tenemos todos, siempre que entendamos que cerrar ciclos es abonar lo mejor de nosotros para cosecharlo más adelante.
No temas sentir tristeza de dejar cosas atrás, no temas aceptar que hay ciclos que te duele cerrar más que otros, no te guardes para ti la melancolía de terminar una etapa de tu vida…
Es igual que como nos pasa con los libros, porque siempre hay un momento en que la magia se detiene, porque todos huimos a sentirnos a la deriva y porque la zona de confort no es un mito, es el lugar en que habitan la mayoría de los seres humanos, pero por ella hay que pasar, hay que aprender de ella, hay que ser feliz en ella, pero no te quedes en ella, no te quedes porque cuando te des cuenta el tiempo que es finito se ha ido volando y no te diste el chance de dar un salto.
La vida es todo lo que vamos guardando de ella, lo que decidimos dejar atrás, lo que queremos llevar siempre en el bolsillo, lo que soñamos conocer, lo que queremos ganar, lo que aspiramos tener, lo que morimos por sentir. La vida es avanzar sin frialdad, reconociendo lo lindo que ha sido nuestro paso por cada rincón, atesorando aprendizajes, experiencias, palabras, y también entendiendo que llega el momento en que ese nivel que tanto te gusta, en el que te has sentido tan a gusto y te ha hecho tan feliz, ya no es tu lugar.
Somos seres en cambio constante, y así como cambia lo que sentimos, cambia lo que pensamos. ¡No dejes de cambiar! Ni de creer en que siempre es posible estar mejor, disfruta el presente, pero no te cierres nunca al futuro, y ¡Vive! No tenemos las tres vidas de Mario, pero si podemos diseñar nuestros mundos, y cómo dicen todos: “Cada nivel de tu vida va a necesitar una nueva versión de ti”
No dejes que se te congelen los sueños por miedo a no saber cerrar puertas
(y botar las llaves).
Al final nunca se va de ti alguien o algo que te ha marcado, y eso es lo que siempre hay que llevar tatuado. “Yo a él lo conocí, me acuerdo de todo lo que vivimos juntos” “Yo fui a ese lugar, y de ahí salió esta foto” “Yo sé que si ese día no hubiera corrido, no estaría hoy aquí” “Aprendí tanto de ti” “Lo di todo de mí, ahora me puedo ir tranquilo” “Gracias, me llevo lo mejor de ti conmigo, hasta la próxima”
Como me dijo un amigo hace poco: “No vas a poder recibir mi regalo si tienes las manos llenas, suelta lo que tienes cogido, suéltalo, para que lo bonito que te traigo pueda quedarse contigo”
“Lo peor del amor es cuando pasa,
cuando al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos”
Joaquín Sabina