¿No se han preguntado infinidad de veces, cómo es posible que sólo nos conozcamos por espejos o en fotos? Literal. ¿Cómo nos ven los demás? ¿Qué veríamos si pudiéramos filmarnos desde arriba? ¿O si por un día fuéramos otro, sólo para vernos de frente sin necesidad de reflejos, sólo así, de frente?

Yo me lo pregunto a diario.

Me gusta imaginar una versión de los días en que pudiera verme a mi misma desde lejos, desprenderme de mi y lograr entender desde afuera qué tanto estoy haciendo por quienes me rodean, cómo me ven, cómo se siente el ambiente cuando llego, cómo van a recordarme. Tantas cosas, tantas ideas locas que nunca van a pasar, pero que igual me hacen trabajar por ser mejor persona a diario.

Y en esa lista de cosas que escribo todos los días para no perder el impulso de mejorar constantemente, he empezado a entender que conocerme es la clave, y que aunque no soy de las que sienta que necesita sus momentos de soledad, si debo reconocer que es en esas conversaciones con uno mismo y en esos lugares en los que solo somos mi reflejo y yo, en los que encuentro más de mí, y decido que pese a todo y tanto, me caigo bien.

No tienes que ser amante de la soledad para poder pasar un tiempo con ella, así como no tienes que aislarte del mundo para pasar un tiempo contigo. Tú, que vives y vivirás en ti por siempre.

No soy fan de la soledad, pero sí que saco provecho de ella cuando llega, y la invito a sentarse a mi lado y a oírme, y me gusta porque no sólo me hace oírla a ella sino oírme a mí misma, y tener conmigo conversaciones de esas que no es posible tener con nadie más, no porque no haya nadie que nos oiga, sino porque realmente la mayoría de las veces este mundo infinito que somos es finito al entendimiento de los otros, porque nuestras razones son nuestras, y nuestras motivaciones, y nuestros dolores, y nuestras dudas, también. De nadie más al final, así como de nadie más es la responsabilidad de levantarnos, ni de mantenernos de pie.

Y nadie tiene ni debe tener el poder que tenemos nosotros, sobre nosotros mismos.

Por eso es tan cierto eso que dicen que el peor enemigo que uno puede llegar a tener es uno. Y aunque la soledad se presta para que te disperses, te regales tiempo, hagas cosas sin preguntarle a nadie, y te pongas como prioridad; también es clave que estés alerta a los momentos en que la mente quiere hacerle daño a su dueño, y en esos cuartos o espacios vacíos en el que sólo estás tú, entran un montón de juicios que el mundo no ha emitido, pero tú sí. Y que quien ha inspirado esos juicios eres tú mismo, sin ayuda de nadie más que de esa cabeza en la que vives, que realmente es tu guarida y tienes que cuidar para que ningún golpe sea capaz de romperla.

Mis momentos conmigo son espacios en los que me imagino a muchos niños alzando la mano en clase para pedir la palabra, y al final todos preguntando lo que quieren al mismo tiempo, y yo ahí, en el tablero, tratando de dibujar ideas que esos niños arrojan y de entender qué es lo que quieren saber.

¿No les pasa? ¿Cuántos yos caben en la cabeza? La que está haciendo cuentas para llegar a fin de mes, la que quiere oír su canción favorita, la que hace barra para ir al gimnasio, la que dice cómete ese chocolate, la que vive pensando en el futuro, la que pasa cada día como si fuera el último, la que ama su trabajo, la que quiere vivir del arte.

En fin, todos somos muchas cosas, pero lo que somos aún más ácidamente es lo que hacemos y pensamos cuando nadie nos ve.

Cuando nos damos el chance de tener citas con nosotros mismos y descubrir lo interesantes que somos, dejar que la soledad se nos siente al lado e incluso invitarla a un vino, oírnos, aconsejarnos.

Todos esos niños con preguntas que tenemos en la cabeza merecen el amor de la persona que le da la cara al mundo a diario, y merecen ser oídos y por sobre todas las cosas: amados.

No es mentira que no vas a poder amar a alguien profundamente, o hacer feliz a alguien o tener una vida en armonía si no estás en armonía contigo, si no puedes disfrutar de ti mismo en cualquier situación. Nadie está en la obligación, ni debe llenar el espacio que sólo tú te puedes dar a ti mismo.

Eres único e irrepetible, con todo y tus errores, con todo y tus dudas, así que la tarea más importante a repetirse cada mañana es: ¿Cómo puedo hacerme más feliz hoy sin que nadie tenga que ver en ello?

En mis momentos conmigo, los que muchos ven simplemente como soledad, y yo quiero ver como terapia, he aprendido que tengo que darme paz, tengo que explicarle a mis mil versiones que no todo es posible a la vez, que no hay nada de malo en no hacer nada más que cerrar los ojos mientras me hago una mascarilla, y que, pese a todo lo malo que un pedazo de mi cabeza quiera que yo crea que pasa, lo estoy haciendo bien.

En mis momentos conmigo, y en los que tú debes tener contigo, tienes que ser feliz. Porque sólo ahí vas a sentir realmente lo que debe ser la felicidad, un estado de plenitud en el que entendemos que lo que nos falta no va a llegar para hacernos felices hasta que no aprendamos a ser felices viéndonos al espejo simplemente, teniendo la oportunidad de triunfar y hasta de perder, comprendiendo que la vulnerabilidad es parte fundamental de estar vivo, y que realmente tienes que caerte bien, por más que el mundo quiera lograr que pase lo contrario.

Poner mis canciones favoritas a todo volumen, tomarme más de dos horas arreglándome, escribir sin que nada alrededor importe, cantar, cerrar los ojos sin necesidad de estar dormida, “perder el tiempo” viendo fotos, editando fotos, riendo, hacer planes conmigo, prometerme cosas, ensayar nuevas historias, agradecer, comer lo que me apetezca, y si no quiero comer, no hacerlo…

Entender que la mujer en que me estoy convirtiendo me ha costado mucho, y me seguirá costando mucho, mucho esfuerzo, muchas oportunidades y hasta muchas personas, y que por eso mismo tiene que gustarme. Y después de un rato de soledad decirme: Oye si Ale, me caes bien.

No eviten tener citas con ustedes mismos, cada uno a su manera, como crea que más va a disfrutarlo. Unos viajan solos (Cosa que admiro porque yo ahí si no sirvo), otros van a cine solos, otros hacemos de la soledad en casa un mar de oportunidades, otros van de compras (Esto si me gusta más sola), y otros, otros están en ese proceso de hacerse felices a sí mismos, y entender que eso no es algo que se busque en otros, y que es ahí donde la soledad es tan importante, porque no deberías ser alguien para el mundo y no ser alguien para ti, porque está bien darle lo mejor de nosotros a los demás, pero es necesario guardar algo para ti.

Y si hay algo que va a salvarte siempre es caerte bien a ti mismo, aguantarte cuando lo único que quede es lo que piensas de ti, y lo que recuerdas de lo que has sido, eres y serás, porque pasarla bien con nosotros mismos es lo que siempre nos va a salvar, porque en esta piel y en esta cabecita vamos a pasar toda la vida. Y como bien dijo Gabo: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”