Hace un tiempo, no mucho realmente, fue la primera vez que leí esta pregunta:

 ¿Te caerías bien si te encontraras contigo mismo?

Y créanme que me dio escalofrios leerla, y releerla, y pensar en ella, y en las veces que quizás he herido a alguien, o en las veces en que no he sido empática con otros, o en los dias en que mi depresión hace que los días de quienes me quieren no sean tan fáciles, y así, en un millón de momentos en los que de seguro si me conociera, no me querría de amiga. Pero como toda clase de amor en la vida es un balance, también me dediqué a pensar en las cosas maravillosas que siento que me hacen ser quien soy, y en la alegría, la esperanza y la inspiración que he podido darle a quienes se han tomado un poco de su tiempo para compartirlo conmigo. ¿Y saben qué concluí? ¡Qué si me caería bien! ¡Qué si me encantaría sentarme a oír mis historias, mis sueños, mis pésimos chistes, mis planes!

Me gustaría tener el chance de encontrarme conmigo, y a veces hasta incluso ser buena conmigo. Porque la verdad es que uno muchas veces es más condescendiente con los demás que con uno mismo. O al menos eso pasa conmigo.

Y sólo piensas en todas estas cosas cuando tienes tiempo, sólo eres realmente consciente de la importancia de oírte cuando algún evento externo en la vida llega para hacerte caer en cuenta que debes hacerlo.

Y que debes hacerlo porque tu verdadero hogar, y del que nunca te vas a mudar realmente, es tu mente. Y qué importante que es que ese hogar esté lleno de agua cristalina, que circula, que fluye, que hace que nazcan flores, y que parezca para ti, siempre y por encima de todo un lugar seguro.

Creo que en algún artículo anterior les dije que estoy segura que nuestro alrededor no puede estar bien, si todo ese bienestar no empieza por nosotros, y a eso quiero agregarle hoy que la verdadera felicidad no puede ser dependiente de los planes, o de los viajes que tengamos pendientes, porque los únicos responsables de hacernos felices, somos nosotros mismos, y eso sólo se logra si nos conocemos, si al conocernos nos caemos bien, y si hacemos cosas que nos hagan sentir bien. Cosas que nos hagan creer en nosotros mismos, en que somos capaces, y en entender qué es lo que realmente nos mueve en la vida, más allá de llegar al viernes a celebrar una semana más.

Yo sé que suena rarísimo, porque no puedo negar que los abrazos de quienes amamos nos hacen felices, inmensamente felices, (es más, mi ansiedad me hace pararme en la raya y declarar que sin abrazos de mi mamá me varo); y sé que hay una inmensa felicidad en llegar a lugares que hemos soñado conocer por mucho tiempo, y que son algo como metas cumplidas, y que eso obvio nos hace sentirnos felices, orgullosos de nosotros mismos.

Pero esta vez quiero que al terminar de leer este artículo lo que tanto ustedes como yo podamos entender es que, sólo sabremos si somos verdaderamente felices, cuando estamos sentados con nosotros mismos, oyéndonos a nosotros mismos, quizás en algúna soledad buscada, deseada o no, que nos permita entendernos, sernos sinceros, y declararnos amor eterno, saber si hemos sido fieles a nuestros principios, si tenemos claras las cosas que nos motivan en la vida, y si podríamos pasar buenos y gratos momentos con nosotros mismos el día que nos encontremos.

No es posible que haya armonía a nuestro alrededor si esa armonía no sale de adentro, muy adentro nuestro. Y se los digo yo, que llevo el “caos” siempre conmigo. Un caos que a veces no sé controlar, mis ideas, mis miedos, mis planes, mis inseguridades y mis ilusiones van más rápido que la vida misma y eso es lo que se conoce como ansiedad, y he estado ahí, en ese borde donde no sabes si dejarte caer o pedir que te levanten, pero he aprendido a pedir ayuda y a pedir perdón y me he encargado que quienes me quieren y me acompañan como soy, entiendan cuánto los necesito y cuánto necesito que entiendan que ese “caos” nunca es culpa de ellos, y que soy simplemente yo misma, tratando de hacerme entender a mi misma, que la vida hay que vivirla al máximo, pero sin que ese máximo nos consuma, o nos haga sentirnos afanados, pensar que se hace tarde para algo, dejar que el miedo sea más fuerte que los planes, y querer controlarlo todo.

Hay una gran verdad que seguro ya han oído antes: Nunca será feliz quien necesite controlarlo todo, porque nadie va a poder controlarlo todo, nunca.

Cuando entiendes eso, y empiezas a dejarte llevar un poco por la vida también, te empiezas a conocer un poco más, y quizás a enamorarte un poco más de ti, porque empiezas a reconocer la capacidad que tienes de sortear las cosas que no viste venir, a entender que la vulnerabilidad del ser humano es lo que muchas veces lo ha hecho crear cosas maravillosas, y que cómo le pasa a los artistas: a veces en lo negro, es donde se encuentra más color.

Soy artista, me encanta tener tiempo, sé que lo mejor que alguien va a poder regalarme siempre es su tiempo, para leer lo que escribo, para decirme qué opina de lo que lee, para darme ideas, tiempo.

Tiempo

El recurso intangible más valioso que podemos tener, y que aparece cuando decides o cuando quizás tienes que volver a lo básico, a conectarte contigo, y con la persona con quien compartes tus espacios. ¿Sabían que no es lo mismo vivir con alguien que compartir tiempo con alguien? ¿Se han puesto a pensar en eso? Yo sí, lo he vivido, las rutinas te llevan a darle prioridad a lo que consideras urgente, pero te hacen dejar de lado lo importante. Y lo importante es que estés bien, y estar bien es tantas cosas:

No reprocharte por lo que dejas de hacer, no castigarte por lo que hiciste (como comerte ese chocolate, hay cosas por las que sí puedes castigarte más),  perdonarte, estar satisfecho con las cosas que haces, y a gusto con las cosas a las que te niegas. Estar bien es ponerle atención a tu mente, sin dejarte ganar de ella, de sus malos ratos, y de las cosas que te diga cuando pasan cosas que no puedes controlar. ¡Y  a todos nos ha pasado! A todos nos ha tocado ver como espectadores algunas veces la vida, y aceptar días que quizás no hubiéramos vivido nunca si de nosotros dependiera.

Pero la realidad es que no dejamos de ser fuertes y maravillosos por tener dias en que no queremos o quizás sintamos que no podemos comernos el mundo, para esos días tienes que tenerte a ti, y tienes que tener la certeza de que los lazos que tienes con los demás no se construyen en la decoración de una vida de placeres a veces superfluos, sino en conversaciones de esas en las que nunca importa el lugar, sino los oyentes.

Ser feliz es levantarse todos los días con deseos de hacer algo por uno mismo, con la certeza de que haya alguien a quien llamar, y con la dicha de tener una tarea que cumplir.

Hoy, está en nosotros, volver a tomarnos el café de la mañana en calma, amar la luz que entra por la ventana, desintoxicarnos del afán diario por llegar a algún lugar, hacer algo por los otros…¡Estamos haciendo algo por los otros! y lo que estamos haciendo es estar en casa, abrazarnos la espalda, conectarnos con nuestros más íntimo penamientos, oírlos, procesarlos, alinearlos con la vida que estamos llevando y quizás respondernos ¿Si nos cruzáramos con nosotros mismos nos caeríamos bien?