Todo lo que nos cuesta algo, nos cuesta porque realmente cuando lo hagamos vamos a encontrar algún beneficio. Nos cuesta porque nos va a sacar de un estado para llevarnos a otro en el que seguro vamos a estar mejor.
Y creo que es por esto que decir todo lo que sentimos o hablar de lo que nos falta, o exponernos contando nuestros sueños, o confesarle amor a las personas, o expresar nuestra necesidad de irnos, es tan difícil.
Porque todo eso tiene que ver con nuestra vulnerabilidad como seres humanos y con lo frágiles que son las cosas cuando las rompe el silencio.
Porque sí, hablar de uno es muy difícil, es ponerse uno mismo a la merced de quien oye y esperar que no nos haga daño, o simplemente que se vaya dejándonos sin nada después de oirnos.
Pero pese a ese difícil momento que es decidir hablar de lo que nos pasa o sentimos, ¿Se han preguntado a donde se van las cosas que no decimos? ¿Qué hacen esas cosas con nosotros? ¿O mejor, qué hacen dentro de nosotros? Yo me la he pasado mucho tiempo preguntándomelo, y eso que yo nunca me quedo callada, porque quedarme callada me mata. Y entre las mil respuestas posibles que vienen a mi cabeza sobre a dónde se van las cosas que no decimos, hay una que me llama la atención porque la he sentido, a veces, cuando me demoro más de lo debido en hablar, y empieza con el famoso nudo en la garganta que créanme que se alcanza a sentir, y asfixia, y te va dejando sin palabras. Pero lo peor de todo es que ese nudo no solo se queda ahí, en la garganta, ese nudo se expande; porque cuando dejas que el tiempo pase, un líquido venenoso empieza a regarse por todo el cuerpo, desde la garganta hacia abajo, hacía la izquierda en el corazón, por los dos lados en los pulmones,
y se hace angustia en la panza, y mata mariposas que estaban por ahí, tratando de seguir volando.
Y de la garganta hacia arriba te va dejando sin sonrisas en la boca, y te nubla los ojos, y hace que solo veas lo que esta mal, o que veas que todo esta mal, y en tu cabeza, en tu cabeza ese líquido te frustra, te amarga, te hace dudar de ti, te hace dejar de soñar, te apaga, como un bombillo que se funde, te fundes.
(Aunque no lo notes, créeme que te fundes.)
Porque ese veneno que forma todo lo que no dices, hace que te vuelvas una sola pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué así? ¿Por qué yo? ¿Por qué a mi? Y el por qué es muy lindo cuando somos niños y estamos aprendiéndolo todo, pero al crecer es más valioso el para qué. Y ese para qué solo lo vas a saber después de decirlo todo, antes no.
Y te van a juzgar por decirlo, ¡Claro que van a juzgarte! Te van a mirar un poco raro porque lo hiciste, porque fuiste capaz de decir todo lo que te estaba asfixiando, y a pocos va a gustarle, pero debes saber que mientras no hieras a los demás no te estás equivocando, vas a poder ver quienes estan verdaderamente contigo, incluso en tus malos ratos, o quizás no en los malos sino en aquellos en que decides lanzarte con sinceridad al mundo y decir: yo soy esto, me gusta esto, no me gusta esto, y me hace falta esto.
Sé bien que todos nos demoramos vidas pensando “Pero, ¿Cómo le digo?” Y por eso les repito esto: yo soy, me gusta, no me gusta, me hace falta.
Y así siempre va a ser más fácil resumir nuestro nudo en la garganta y desenredarlo, porque no merecemos vivir en la amargura del silencio precavido, ni en el miedo de perder a alguien por pedirle más.
Si alguien se va cuando le pides cosas que te faltan, déjalo ir. Porque no te estaba dejando expandirte como debías, porque nadie merece que tus alas estén a medio vuelo, nadie merece hacerte olvidar hasta donde puedes llegar.
Y la verdad es que todos somos lo que decimos, y también lo que callamos. El problema es que lo que callamos envenena, porque las cosas que no decimos no se van nunca, a ningún lugar. Se quedan ahí, adentro, fumigando sueños.
Y es por esto que soy experta en decirlo todo, porque aunque no siempre salga bien, y no consiga lo que quiero, logro liberarme de mis propias dudas y pensamientos, logro salir de ellos, logro desatar nudos, logro ser yo y conocerme mejor, darme el chance de intentarlo. Porque no quiero envejecer acumulando nudos en la garganta y en unos años gritarle al mundo que me falta aire porque tuve miedo de desatarlos y preferí callar.
Hay dos cosas en la vida que no puedes retroceder jamás: el tiempo, y la palabra dicha. Así que siempre antes de decirlo todo, revisa tus palabras, tus maneras, no hagas balas de tus frases pero aún asi hazlas fuertes y claras, pero dilas con consciencia y pensando en ti, en lo necesario que es dejar salir lo que duerme en el pecho.
No te asfixies a ti mismo tratando de evitar exponerte al mundo, no dejes que el silencio te convenza de una vida en calma, no te estanques, no pretendas que el tiempo y el agua desaten tus nudos en la garganta, decirlo todo también es amor propio, porque no te mereces menos. Somos todo lo que tenemos en la mente, y las cosas que no decimos una cadena que nos detiene.
Sólo espero que después de leer este artículo, cuando te preguntes ¿A donde se van las cosas que no decimos? Recuerdes que no se van ¡Nunca se van! Nos funden, nos hacen pequeñas rocas, y las rocas mis queridos, no florecen.
Libérense! Los quiero!