¿Qué tan millonarios seríamos si el tiempo libre que tenemos fuera dinero? ¿Qué tan recurrentemente le damos el chance a nuestro cerebro de desprenderse de sus tareas, deberes, metas? Se los pregunto a ustedes y me lo pregunto a mi al mismo tiempo, yo que vivo volando, de carreras, maquinando cosas porque no me gusta sentir que pierdo el tiempo jamás, pero hoy quiero detenerme a pensar ¿Qué es realmente perder el tiempo? No sé si algún sociólogo o filósofo tenga la respuesta exacta, o no sé ni siquiera si exista una respuesta exacta, si el tiempo que tenemos es nuestro “dinero” ¿Por qué lo perderíamos? Cada quien compra las cosas que lo hacen feliz, así que perder el tiempo no puede ser una generalidad que a todos nos toque por igual.

Perder el tiempo no puede ser regalarte ratos de silencio y ver pasar las horas, o esperar despierto el amanecer, no puede ser que perder el tiempo sea entrenernos viendo fotos e historias de otros, inspirarnos, salirnos de nuestra realidad y entrar en otras. Perder el tiempo no puede ser echarte en el pasto a recibir el sol cuando se te antoja, o cerrar los ojos aún si no tienes sueño y darte el permiso de simplemente pensar sin moverte, perder el tiempo no es vivir a nuestro ritmo, porque lo que si es cierto es que cada quien tiene un ritmo, un camino, y por eso todos hacemos con nuestro tiempo lo que mejor le sienta a la historia que estamos escribiendo. La misma historia que escribimos con el niño interior que llevaos dentro y que estoy segura que existe, y que es un niño que necesita cambiar de actividades, tener días en los que no se le exige nada y puede desordenarse, e incluso momentos en los que no siempre tiene que estar aprendiendo algo sino simplemente disfrutando algo. Ese niño, esa voz que a veces te dice: No te bañes hoy, veamos esa serie y si nos dormimos no importa, pidamos ese domicilio, abrázalo hasta que se duerma, repite tu canción favorita una y otra vez, ese niño es el que nos ayuda a sentirnos equilibrados; porque es quién nos hace detenernos y regalarnos momentos en los que no hacemos nada, y qué importante que resulta no hacer nada. Qué placentero que es acostarte a mirar al techo, o al cielo, desprenderte de todos los “Tengo qué” y darle paso a un “Me lo merezco” “Qué bien me hace esta pausa”

Y así es, aunque de máquinas no tengamos nada, la verdad es que si tenemos batería y si necesita recargarse, lo digo incluso yo que cuando salgo del trabajo empiezo a pensar en el tiempo que le dedicaré a escribir, a planear y a organizar otra cantidad de cosas que siempre me digo que tengo pendientes, pero he visto como mi cuerpo me detiene para decirme: Yo también soy un pendiente. Y ese pendiente, ese regalo mínimo y grandioso que nos pide nuestro cuerpo es oírnos decir: Hoy no haremos nada. Qué importante que resulta la pausa, la calma, no hacer nada. Reiniciarnos, morir y resucitar un poco, para agradecernos por estar donde estamos y no tener la necesidad de darle todo de nosotros a los demás sino simplemente dárnoslo a nosotros. Se pasa tan rápido la vida que la cita más importante la dejamos siempre para luego y después cuando nos veamos al espejo hemos envejecido y fueron contados nuestros momentos con nosotros mismos.

La importancia de no hacer nada es darnos la libertad de dejar de exigirnos por un instante y ser conscientes de lo vivos que estamos y de cuánto nos merecemos ese amor que solo puede venir de nosotros. Eres otro después de permitirte no hacer nada por un rato, y lo más grandioso es cuando llegas a entender que eso no es perder el tiempo, que pasar tiempo de calidad contigo mismo, no es perder el tiempo, y que no podemos pasarnos la vida sólo pidiéndonos cosas sino que también debemos dárnoslas, porque la verdad es que nuestra mejor inversión somos nosotros.

Aquí sentada escribiendo, espero que anochezca para no hacer nada y literal mirar al techo, a veces me pongo creativa en esos ratos y escribo alguna idea, pero procuro respetarlos, porque cada día me gusta más oírme en el silencio.

Hagamos del nada un lugar de alegría pura, de regocijo, un premio, para que la vida no se nos pase como maquinitas, sino para que cada vez seamos personas más felices que han aprendido que lo mejor de estar vivos es tener tiempo para simplemente eso: respirar.