Normalmente no es una, ni dos, ni tres, sino muchísimas las veces que parece que la vida no nos dejara levantarnos a seguirlo intentando. Hay días que se sienten como una ola que en vez de refrescar ahoga, y hasta las ganas de atravesarla o nadar en ella se pierden porque no nos sentimos dueños de nada, nisiquiera de nosotros mismos. Y esos días, esos que a veces son muchos, o a veces pocos, a veces son cíclicos y otras repentinos, son los que más necesitan que en nuestra mente esté siempre colgado el letrero de: “Algo bueno vendrá”

Soy fiel creyente que en la vida realmente sí cosechas lo que siembras, y que el amor que vas dejando por ahí junto con las flores que también dejas en otros, van volviendo a ti porque los trae la brisa en cualquier momento de la vida, y en ese momento, cuando llegue el día en que deje de dolerte lo que te duele ahora diras: “Era cierto, no había por qué perder la esperanza”  

No hay por qué perder la esperanza- me lo repito a diario.

Se lo repito a mi cabeza siempre acongojada y a la vez soñadora que viene y van en un sinfín de emociones que por suerte al final siempre terminan en: “Claro que va a estar bien, claro que voy a lograrlo” No importa que tan imposible parezca, incluso no importa si nadie puede asegurarte que ocurra, una de las cosas buenas que tiene la esperanza es que te mantiene vivo.

Todos los seres humanos queremos siempre algo, añoramos algo, y no creo que eso esté mal, creo que cuando dejas de desear algo estás muriendo un poco; y por eso mismo es que tener esperanzas de que eso maravilloso ocurra y de que lo bueno que has hecho volverá aún mejor para ti, es clave para no desistir.

Así que con la seguridad de la importancia de vivir con esperanza, y de que todos los que estén leyendo esto recuerden que “La esperanza es lo último que se pierde”, he querido listar estas instrucciones que al menos a mi, una humana un poco deschavetada, alborotada, depresiva, ansiosa y soñadora, le han servido para esperar siempre lo mejor, porque justamente da lo mejor de ella todos los días al despertar, al vivir y antes de dormir.

Instrucción número 1: En los días negros piensa en las cosas que sí controlas

Una de las grandes realidades que nos cuesta aceptar en la vida es que no tenemos cómo controlarlo todo. No hay posibilidad de que te enfrentes a situaciones así. De manera que lo que puedes hacer al sentir que se te va todo de las manos, es dejar de pensar en lo que se va, y empezar a pensar en lo que sí te pertenece, en lo que sí controlas. ¿Qué puedes hacer por ti? ¿Cómo voy a reponerme a esto? ¿Qué me haría bien ahora? Y sólo con pensar en eso y actuar por ello, estás teniendo la esperanza de recuperarte, de estar mejor, de cómo decimos normalmente: “Salir de esta”. (Pensar que podemos “salir de esta” es tener esperanza)

Instrucción número 2: Ten siempre algún pendiente que te emocione.

No se trata de posponer cosas maravillosas, o de dejar que todo simplemente ocurra y se te arregle la vida de un momento a otro. Se trata de tener siempre en mente la ilusión de algo que te emocione, algo que planees, algo que esperes con amor, con alegría. Un sueño que se hace plan, un viaje que se hace real, un proyecto que anda, un camino que avanza. Se trata de levantarte todos los días con un para qué, porque como les he dicho muchas veces, no vinimos a sobrevivir simplemente, sino a mantenernos vivos construyendo la vida que querramos contarle al mundo. Dejando en algún lugar la historia que alguien contará de nosotros cuando ya no estemos.

Justo cuando te levantas siempre con planes en la cabeza, es cuando vives abrazando la esperanza a diario; porque aunque no podamos controlar exactamente que las cosas pasen como lo queremos, si podemos lograr que esa esperanza nos mantenga en pie, y mantenernos en pie si es algo que depende de nosotros.

Instrucción número 3: Comparte tus miedos con quienes de verdad te quieren.

 Cuando le cuentas las cosas que temes a quienes te quieren y por tanto te oyen atentos, empiezas a analizar que realmente nada está tan mal siempre que tengas justamente alguien que te oye. La amargura es amiga fiel del silencio; el silencio en el que se depositan miles de dolores y penas que muchas personas prefieren ocultar para que no dejen de verlos como seres agradables. Si te sientes identificado, y estar guardando muchas cosas por miedo a perder a alguien, piensa que no puedes perderte a ti por ese miedo. Es solo cuando hablamos con los demás que nos liberamos y recibimos palabras de apoyo que a veces son escasas en nuestra cabeza, porque la cabeza a veces es nuestro enemigo principal.

Siempre que listamos nuestros miedos o temores, y nos oyen quienes nos aman, volvemos a tener esperanza, volvemos a creer y a notar que el sol sale todos los días y que no estamos solos en este caminar que a veces se oscurece pero para el que de donde sea, sacamos linternas que nos guien.

Instrucción número 4: Asegúrate de sentir que estás haciendo lo mejor que puedes.

No importa en qué pienses cuando lees esto. No importa si es una materia de la universidad, no importa si es tu relación de pareja, no importa si son tus amigos, no importa si eres tu mismo. Asegúrate de que en tu mente se repita un: “Lo hicimos bien” “Lo estamos haciendo bien” “Di lo mejor de mi” No te dejes apagar por otros, no dejes que tu camino se compare con quien llego primero, no te apagues. Porque sólo así vas a mantener viva la esperanza en que eso por lo que te esfuerzas y trabajas ocurra. Nada es gratis en la vida la verdad, y por gratis no me refiero a lo que te cuesta, sino a que nada llega por si solo. Todo viene y se va, toda la energía linda que le das al mundo vuelve a ti, todas las sonrisas que lanzas regresan, los abrazos que regalan se triplican, los buenos deseos vuelven sobre ti.

Somos una ola en movimiento y tenemos siempre una costa donde descansar; esa costa, es la esperanza.

Instrucción número 5: Cree y crea el camino.

Nada bueno ocurre sino crees que puede ocurrir. La mayoría de las cosas especiales que nos pasan, por las que mñas agradecemos, han pasado primero por nuestra imaginación, porque justamente aquello que no visualizas, no se da, no viene a ti, no lo creas.

Crea el camino que quieres andar, aunque parezca que por obligación tienes que caminar una ruta que no te gusta, uno siempre tiene la oportunidad de adornar cada espacio que habita, cada lugar que recorre, cada experiencia que lo despierta. Vivir se trata de estar despiertos a las cosas increíbles que nos rodean y a las que pueden venir a ti si te das el chance de esperarlas.

Cree y tendrás siempre la esperanza de que a la mañana siguiente te sientas mejor, te salgan mejor unas cosas y logres otras.

Cree y crea el camino que quieras andar, la esperanza es la capacidad de confíar.

¡Qué importante que es creer que algo maravilloso puede pasarnos! Levantarnos todos los días confiando en algo, apostándole a algo. No es posible ser feliz viviendo sin esperanza. Así sea la esperanza por las cosas más pequeñas: un buen almuerzo, una buena cita, una reunión que sale bien, un abrazo sentido de alguien que nos quiere, una noche de dormir plenamente. Tantas cosas, tan lindas que nos pueden pasar siempre por el simple hecho de estar vivos y creer que las merecemos.

Si hay algo que nos va a hacer levantarnos siempre, estemos en los mejores o en los peores momentos es la esperanza, es mirar hacia al frente y buscar razones para que eso que no nos gusta cambie, o eso que nos enamora crezca, o eso que nos soñamos suceda. Incluso creo que puede que existan días (pocos, muy pocos) en los que no sonrías, porque las sonrisas si no vienen del alma no funcionan; pero prohíbete que pase un día sin esperanza, sin creer en alguien o en algo; porque si algo es totalmente cierto es que todos nos levantamos y nos arreglamos todos los días para que al volver a casa, en la noche, algo sea diferente; y eso, es vivir con esperanza.