Tienes dos formas de vivir la vida: Celebrándolo todo, o no celebrando nada. Y es cuando decides vivir de celebración, que logras entender la importancia de vivir con gratitud, maravillado realmente por todo aquello que te hace ser quien eres, todo aquello que te hace morir de risa, llenarte de orgullo, emocionarte y detenerte para pensar: qué felicidad estar vivo, loco y andar suelto.

Desde niña siempre he sido dramática. Me golpean más las cosas que a los demás, veo más grandes los “problemas” y a veces hasta el vaso medio vacío en vez de medio lleno. Pero cuando aprendí a ponerle más atención a lo que tengo y a disfrutarlo, que a todo aquello que me hace falta, la vida empezó a tener más días soleados. Te haces sin darte cuenta una persona mucho más llena de paz y de ilusiones. Entiendes que viniste a ser feliz con lo mínimo, que las cosas simples son las que llenan el alma y las que se hacen inolvidables; dejas de quejarte por todo y haces a un lado la amargura; porque quien vive agradecido sabe y trabaja porque cada día de su vida valga la pena, haga historia y le de sentido a aquello que dice que la vida es un viaje en el que lo más importante es el camino y no la meta. No puedes solo dar las gracias cuando aquello imposible que pediste se hace realidad, no solo se está agradecido por lo que tenemos o lo que nos pasa, se vive agradecido por quienes somos, por quienes nos quieren como somos, por quienes contestan el teléfono cuando llamamos y quienes nos llaman porque agradecen tenernos en sus vidas. La gratitud es la que nos ayuda a ver el vaso medio lleno, y a vivir en plenitud, sin perder la sed de ser cada día mejores, pero viviendo cada día al máximo sin estar esperando que algo grandioso pase para agradecer por ello.

Gracias porque estoy escribiendo esto para ustedes, gracias porque ustedes pueden leerlo, gracias porque tengo a quien decirle te quiero y gracias a la mujer en el espejo. A nosotros mismos también debemos darnos las gracias, porque nos aguantamos todo el tiempo, nos hemos sacado de las peores y nos hemos llevado a las mejores. Gracias a las lágrimas que me han servido cuando las palabras no alcanzan, y a las sonrisas que han hecho amenos los silencios. Gracias a las cosas que me he decidido a hacer tomando riesgos, y gracias porque también me he ciudado de otras. Como diría Mercedes Sosa: Gracias a la vida que me ha dado tanto, me dio dos luceros que cuando los abro completo distingo el negro del blanco.

Puedes vivir de dos maneras la vida, y yo decidí vivirlo todo como si fuera un milagro. Que darle las gracias al mundo y dártelas a ti mismo sea parte del desayuno.

Gracias de todo corazón por leer este blog del que estoy tan agradecida, porque me acerca a ustedes y me da vida.

El vaso está medio lleno y lo seguiré llenando.