Si, ya sé que este año no fue, o tampoco fue, o tampoco pasó, o era el que había dicho que iba a pasar y a ocho días de terminarlo no va a pasar, y me encantaría decirles que eso a mí no me pasa, que no me martirizo haciendo resúmenes de años y encontrando que poco de lo que dije que iba a ser fue, pero no. Yo, al igual que muchos aquí leyendo, vivo como si viviera a veces contra reloj, en una competencia en la no sé bien ni contra quien compito pero he aprendido a vivir de afán, porque es cierto que eso lo hace la sed de vida,

Pero también es cierto que en muchas ocasiones solo por pensar en ese lugar o a esa situación a la que queremos llegar, dejamos de saborear los lugares en los que estamos ahora, los instantes que nos regalan quienes amamos, y por encima de todo, dejamos de gozarnos el proceso.

El proceso. ¡Qué palabra tan tediosa! Y ¡Qué palabra tan valiosa!

La misma palabra que me sigue costando lágrimas entender, pero que quiero regalarles hoy para que juntos hagamos esa terapia sanadora de comprender que es imposible que en todo un año no nos hayamos acercado así sea en lo más mínimo a ese lugar que soñamos, o a ese sueño que tenemos, o no nos parezcamos al menos un poco más a esa persona que queremos ser “cuando grandes”. Porque el simple hecho de llegar vivos, con una historia que contar, debería ser suficiente triunfo para darnos golpecitos en la espalda y decir: Bueno, todo a su ritmo. ¿Hiciste lo que estaba en tus manos? ¿Pudiste haberlo hecho mejor? Si la respuesta es no, y estamos seguros que todo en nosotros está listo para eso magnífico que esperamos que llegue, a lo mejor también es momento de preguntarse. ¿Si será eso lo que yo necesito que llegue? Y si la respuesta es no, y sólo nosotros sabemos que nos sigue faltando dar algo más, es momento de decidir si queremos darlo, o si también ese no es el camino. Y qué bonito que es saber que ningúno de nosotros tiene un camino que se sepa de memoria, o pueda sentarse a ver su biografía sin necesidad de actuar en ella, y mejor aún, de tomar decisiones en ella.

Cada año que termina es una hoja llena de frases, donde muchas tienen sentido, otras piden ser tachadas, otras ya han sido tachadas, otras se han mojado con algunas lágrimas y muchas otras ni nosotros mismos las entendemos.

¿Se imaginan esa hoja? ¿Cómo se vería nuestra hoja en este momento del año? ¿Será que de verdad si tiene muchos espacios en blanco esperando ser vividos? No creo. Nuestra hoja en blanco, como le llamo yo a cada año que empieza, se va dejando llenar por lo que vivimos, no por lo que queremos vivir. Así que mis queridos, siempre que esa hoja esté llena al final del año, hemos vivido. Muchas veces no sabemos qué tanto, ni puedo saber qué tantas fueron las cosas lindas, ni las cosas dolorosas que nos tocaron a todos, pero lo que sí sé, es que

Con el paso de los años he aprendido a digerir mejor que no llegar o no vivir lo que soñaba vivir, no significa haber perdido el tiempo, ni invalida los meses vividos, ni las luchas dadas, ni las risas, ni las celebraciones, ni las metas trazadas.

(Lo único que nos debe invalidar la sonrisa, es reír por el mal del otro, o disfrutar que otro no haya logrado lo que quería. Eso lo repelo siempre, y los invito a eliminarlo de sus vidas si a veces lo han sentido, porque la felicidad de ir dejando luz en todo lo que uno toca, no puede acompañarse de disfrutar que otros no lleguen a sus metas.)

Por todas esas cosas que aunque a veces se nos olvide, valen mucho la pena, he descubierto que no puedo medir mi éxito sólo por las veces que he logrado llegar a donde me propongo, sino por las oportunidades que no he dejado pasar de hacer feliz a otros, de llenarlos de energía, de tenderles una mano, de oír a otros, de aprender de otros, de apreciar el valor de los demás, y dejarnos crecer mientras vivimos, porque vivir es el proceso de llenarse de vida, y aunque suene redundante, estar vivo es ser vulnerable a los triunfos, a las derrotas, a las dudas, a las respuestas nos gusten o no, y a tomar la vida como venga, porque aunque podemos hacerlo todo por cambiar lo que no nos guste,

Hay cosas que simplemente no dependen de nosotros, ni el tiempo en que va a llegar lo que deseamos, ni la forma en que vamos a llegar a donde queremos.

Y es por eso que por más difícil que sea, (y les repito que lo es para mí creo que más que para todos) hay que aprender a amar el proceso, a gozarse el proceso, a mirar para los lados sólo para sonreírle a los demás, pero no para ver por qué van más adelante o más atrás que nosotros, y muchos menos para decirnos a nosotros mismos: “Se me está haciendo tarde” o si es en el amor pensar “Me va a dejar el tren” Porque no es así, a nadie lo deja el tren que está destinado a recogerlo.

Por todo esto, y porque quiero que mi proceso de aceptación llegue a ustedes, esta vez mi invitación es a que en la retrospectiva que vayan a hacer por estos días sobre su año, revisen el proceso, y cómo es que sí, al final de cuentas si nos lo hemos gozado, y que por eso mismo y por sobre todo ante un fin de año, ni en cualquier momento, podemos perder la fé en que la inmensidad de cosas que nos hemos prometido, y las otras tantas que le hemos pedido al universo se van a dar algún día, siempre y cuando no las perdamos del radar,

Porque la felicidad tampoco se trata de esperar sentados a que todo lo que soñamos suceda, la felicidad está en decir: Yo hice esto, y por eso estoy viviendo esto.

No perdamos la sed de vida, no perdamos las ganas locas de comernos el mundo, ni de ascender en nuestros trabajos, ni de recorrer el mundo, ni de encontrar el amor verdadero, ni de tener hijos, ni de casarnos, ni de comprarnos la casa o el carro de los sueños, ni de estudiar lo que queremos, ni de declararle nuestro amor eterno a alguien, NO. No perdamos nunca eso porque no vive emocionado quien vive sin ganas de más, a menos que no quiera vivir al límite, y la vida no nos la dieron para devolverla intacta. Pero si bajémosle a los castigos que nos damos a nosotros mismos, a la infinidad de preguntas de las que no tenemos respuesta, y al afán, a vivir de prisa, sin pausas, sin ver la magnitud de las pequeñas cosas, y sin agradecer porque mientras estemos caminando, estamos avanzando, y la vida no es la meta, es la ruta.

Por esto, quiero dejarles también esta cita que me encanta y me ha acompañado siempre:

Supercordura

La vida no debería ser un viaje hacia la tumba con la intención de llegar a salvo con un cuerpo bonito y bien conservado, sino más bien llegar derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf! ¡Vaya viajecito!

Hunter S. Thompson

Así que aquí estoy yo, lejos de donde quiero estar pero cada vez más cerca de quienes quiero y me quieren, y con un sinfín de cosas pendientes, pero segura de que este año no retrocedí, quizás tampoco volé, pero aunque parezca que haya gateado, estoy segura que estoy más lejos del ayer y que eso también me acercó a ustedes; porque este año volví a desnudarme con mis letras frente a todos los que me han abierto un espacio en sus vidas, y vienen a leer un poco de estas líneas que para mí son manantiales de agua dulce, y que para ustedes, espero siempre sean agua que riega las flores que tiene cada uno dentro. Gracias por esto, por ser parte de mi proceso, de este proceso, que no es la meta, es el camino.

¡Los quiero y acompañó en todos y cada uno de sus pasos!