Naces, creces, cambias, cambias, cambias, y si todo sale bien nunca mueres. No mueres porque hay algo de ti que se va quedando en cada lugar que recorres, y a eso es a lo que yo llamo realmente vivir.

“El agua que se estanca se pudre”

Me lo ha dicho por muchos años una de mis mejores amigas.

No nacimos para florecer en un solo lugar, ni para quedarnos viendo como florece un solo jardín. Y la vida actúa como un río cuya corriente nos mueve a veces hacia donde quiere y otras hacia donde decidimos ir. Tenemos miedo, si, siempre, porque nos tiemblan las piernas al decidirnos por un camino diferente al que ya hemos recorrido, porque somos arcilla que al humedecerse se transforma, y esa transformación no llega fácil, no siempre es placentera pero siempre enriquece,

Porque los cambios para la vida son tan necesarios como los signos de puntuación en un escrito cualquiera, como este.

La vida se trata de tener siempre sed, y no porque sintamos que siempre nos falta algo, sino porque nos posee un deseo constante por buscar algo mejor, nunca nadie va a poder asegurarte que lo que viene superará lo que se fue, pero si puedes estar seguro que cuando algo cambia el mundo vuelve a acomodarse para que el camino vuelva a ser, un día, cercano o lejano, un paraíso.

Tenemos miedo de dejar lo que conocemos, de perdernos en bosques que no hemos andado antes, y de arrepentirnos por dejar lugares, cosas, personas, y sensaciones donde hemos encontrado paz, y hasta donde quizás nos hemos encontrado a nosotros mismos. Pero resulta que la vida  en estar seguros que siempre algo maravilloso puede pasar, y que normalmente las cosas maravillosas no llegan a tocarnos la puerta sino que hay que salir a buscarlas, porque aunque creo en la suerte, también estoy segura que los golpes de suerte llegan cuando has peleado por ellos.

A veces cambiamos porque asi lo decidimos, y otras porque nos toca, porque se cierran puertas, porque se acaban amores, porque llegan los finales a los que tememos, o porque simplemente sino cambiamos nos estancamos, como el agua, que cuando no corre, se pudre. Y sea cual sea la razón de nuestros cambios, de esos saltos al vacío que un día decidimos dar, la verdad es que el truco está en mirarlo todo con un alma sorprendida, con la certeza de aprender a ver las cosas más que como inciertas, como oportunidades, porque “Esta ves si lo haré a mi manera” “Esta vez voy a dar más de mi” “Esta vez no va a dolerme” “Esta vez lo haré por mi y no por otros” “Esta vez no me quedaré con la duda”

Cambiar es otra de esas fortunas que tenemos los seres humanos porque siempre podemos ir en busca de eso que al final nos quite un poco la sed, nos ayude a contestarnos preguntas y por sobre todo  nos mantenga vivos y expectantes de las mil cosas que la vida tiene para nosotros, las mismas que no están todas juntas en un mismo lugar, sino que flotan por ahí, y uno decide si ir o no por ellas.

Cambia el brillo de nuestros ojos cuando algo ya no nos emociona, cambia la piel cuando alguien ya no nos hace sentir lo mismo, cambia el ánimo en las mañanas cuando ya no queremos estar donde estamos, cambia nuestra voz cuando se hacen nudos en la garganta, cambia el sabor de la comida cuando alguien nos falta, cambian los días como cambia la vida, en un abrir y cerrar de ojos, cambia, todo cambia.

Y estamos vivos para vivir uno a uno esos cambios, los que llamamos y los que llegan sin avisar, los que queremos y los que rechazamos, los que nos proponemos y los que nos sorprenden.

Cambia todo cambia

Y en ese girar de las cosas, giramos también nosotros, porque nacimos para irnos adaptando a las historias que queremos contar, porque muy pocas buenas historias de esas que todo el mundo recuerda se han escrito en un mismo lugar, y porque la vida es un libro lleno de capítulos por leer y escribir, donde uno nunca sabe qué personajes aparecerán, pero sabe quienes se van, y quienes aunque lejos se quedarán por siempre.

Pero aunque la vida sea un cambio constante, nunca nadie te dirá que cambiar es fácil, porque no lo es, no es tan sencillo como abrir una puerta e irte, o dejar algún hábito que has tenido siempre y resetar tu mente para nunca volver a él, o dejarlo todo y asegurar que vas a recuperarlo pronto.

NO, CAMBIAR NO ES FÁCIL.

Pero sólo uno mismo sabe cuando es hora.

Porque eso es lo que llamamos la intuición, para eso es que tenemos a Pepe Grillo, para que sea él el que nos diga “Ve por esto” “Vete de aquí” “Estaremos bien”

No te  dejes transformar por los demás, sin estar convencido de querer transformarte. No optes por la ruta fácil, solo porque es la fácil, no aceptes nada que cambie tu escencia, no te cierres al fluir de la vida y deja que el agua corra, porque cuando el agua corre también refresca, y los cambios en la vida son eso: un nuevo espacio que aunque a veces duele, refresca.

Y muchas, muchas otras, casi la mayoría de las veces te da el chance de volar más alto, porque aunque estar vivos es caernos y levantarnos, cada vez que algo nuevo llega a la vida estamos ascendiendo, subiendo esta montaña eterna que parece el recorrido, porque no hay cambio del que uno no aprenda, y no deberíamos pasar un solo día de la vida sin aprender algo nuevo.

El agua que no corre, se estanca, se pudre, se pierde.

Muévete y date el permiso de ir por eso que aunque desconoces te está llamando, porque si es verdad que la vida es una sola, pero de ella podemos sacar mil.