Ahora que te da por venir, porque las cosas no salieron como las quería, porque quizás quien quería no me quiso como debió quererme, o porque algo que estaba disfrutando se acabó antes de tiempo, o porque simplemente me está tomando más tiempo del que pensé llegar a donde quiero que llegar.
Entra.
Si ya llegaste no te quedes ahí, en la puerta, viendo como trato de hacer malabares con la vida para obviar que de una u otra forma es normal que vengas de vez en cuando para que entienda que la vida no es una línea recta, ni mucho menos una diagonal mirando siempre hacia arriba.
Voy a dejar que entres porque si no entras es probable que empiece a acumular muchísimo de ti en la piel, y empiece a amargarme, o a secarme, como les pasa a las frutas cuando pierden el agua.
Yo no quiero secarme, no quiero vivir una vida pintando sonrisas que no vengan de bien adentro, y para que una sonrisa venga de bien adentro supongo que debo conocerte a ti también, entenderte, dejarte atravesarme como si fueses una daga, sentirme herido, aceptar mi herida, vivir mi herida, y después empezar a ver como se cierra.
Te imagino como un montón de partículas extrañas que entrarán en mi justo al inhalar el hecho de entender que algo no me guste, o que sencillamente va a dolerme. Va a dolerme porque vas a entrar en mi, por mi cabeza, para dejar ahí un montón de preguntas sin respuesta, un puñado de dudas, una pizca de angustia; y cuando esa angustia crezca seguirás paseando dentro de mi bajando hacia mi garganta, haciendo que haya palabras que incluso me duela pronunciar, y entonces siguiendo tu camino vas a llegar al corazón donde pasarás una buena cantidad de noches. ¡Qué noches las que pasamos juntos tu y yo! Cuando duelen partes del cuerpo que ni sabía que existían, y el desasociego logra hacerme entender que la solucion es dormir, porque durmiendo no duelen tanto las cosas. Pero que difícil es despertar y notar que sigues ahí, adentro, doliendo. Y seguirás doliendo e invadiendo mi cuerpo hasta llegar a mis manos, ellas que han escrito tantas cartas, tantas notas, tantos mensajes que a veces también borran.
Dueles tanto que decimos cosas que borramos cuando estás aquí adentro: actuando.
Ay Dolor, creo que te conozco de hace mucho tiempo, solo que con los años voy reconociendo como actúas en mi, por eso hasta ahora es que te estoy escribiendo para que sepas que te conozco, y que voy a seguir dejando que entres en mi cada vez que sienta que lo necesito. Porque de eso se trata la vida, de eso se trata estar vivos, de ser un oleaje que no siempre está en calma. No quiero pretender que nunca nada pasa, que nunca nada duele, que nunca nada me molesta. No quiero jugar a ser perfecta. Así que cada vez que vengas, me dejaré ser, sumergida en ti, pasarás tus dias conmigo y después de ti, seré feliz.
Siempre hay felicidad cuando notamos que ya no duele como antes lo que creíamos que iba a acabarnos.
Y me encanta imaginarme saliendo victoriosa de ti, encontrándome de nuevo conmigo, agredeciéndome por dejarme fluir entre la tristeza de lo que no tengo y la plenitud de lo que si, entre las dudas de lo que no sé y las respuestas que aseguro, entre los besos de quienes me aman y los besos que nunca serán, o quizás que aunque viví, nunca fueron.
Eres el río caudaloso en el que sé que tendré que sumergirme de vez en cuando en vida, para dejar que duela lo que tiene que doler, para no perder el brillo de mis ojos cada vez que se ilusionen de nuevo, para no olvidarme de la importancia de saber caer para celebrar así cada vez que me levante luego.
Querido dolor, te dejo entrar en mi, para que fluyan todas las cosas que pasan por mi cabeza, que revolotean mi estómago, que carcomen la piel. Te dejo entrar para fluir contigo: vivirte, sentirte, aceptarte, transformarte, y aunque no lo creas liberarme de ti. Porque no puedes quedarte en la puerta estorbándome por el resto de mis días, con ánimo de ignorar que necesito sentirte. NO. Te dejo entrar en mi para vivirte y ver como vas a irte después de hacer todo lo que tengas que hacer conmigo. Porque normalmente después de ti no solo soy más fuerte sino que me siento mejor, más dueña de mi, más llena de vida, más feliz.
Cuando dejo que el dolor pase a través de mi, puedo sentir como se va después transformándome, liberándome. Cuando evito que entre en mi, se queda ahí, como un fantasma que todo el tiempo pide permiso para seguir y no me deja del todo sonreír.
Por eso voy a dejar que duela.
Voy a dejarme doler.
Voy a dejar que duelan las cosas que tienen que dolerme, voy a permitirme pasar tiempo sin tener todas las respuestas, voy a dejar que se vaya de mi cabeza lo que se me va de las manos, voy a liberarme del deseo de saberlo todo, voy a desprenderme de la necesidad de entenderlo todo, voy a dejar que duelas cuando tengas que dolerme, para que así no haya un mañana en el que mi sonrisa no sea sincera.
Para que la vida siempre sea una rica hoguera, donde estar vivo vale el dolor y vale la pena.
Deja que duela…