Cuando me siento a pensar en la cantidad de decisiones que la vida nos hace tomar a diario, algunas veces menos trascendentales y otras completamente trascendentales y cambiantes de las cosas y los caminos por tomar; pienso también en como muchas veces comparto la totalidad de mis pensamientos con mis seres queridos y que en la mayoría de las ocasiones eso solo funciona para darnos cuenta de lo diferentes que somos los unos a los otros, las distancias que existen entre lo que cree una persona y otra; y que esto, léase muy bien, jamás es motivo de demeritar el amor que sienten por nosotros o sentimos por ellos, sino por el contrario es una forma de dejarse enriquecer por la variedad de visiones que la vida misma nos pone en el camino para que siempre nos emocionemos al vivirla.

Y la verdad es que siempre concluyo que por suerte no todos somos iguales, ni pensamos igual, ni queremos las mismas cosas ¿No? Creo yo que la magia de hablar con los demás está justamente en oír lo que otro cree que pasaría o sentiría, o quizás lo que los otros nos aconsejan hacer, porque es lo que ellos harían. Pero justo de lo que quiero hablarles hoy es de lo importante que es que al final, justo antes de tomar una decisión y justo cuando la estamos tomando, seamos nosotros y sólo nosotros los que tomemops riendas de los caminos que decidimos andar, de las personas de quienes nos despedimos, de las personas a las que acogemos, de las oportunidades que tomamos e incluso de los riesgops que tomamos.

Mucho usamos la expresión de: “Ponte en mis zapatos”, pero la verdad, y si les soy sincera, aunque soy amante de la empatía y la practico a diario; la verdad es que nadie puede decidir por mí, ni por ti que estás leyendo esto. Puede que nos imagínemos aquello que el otro está pensando, sintiendo, o aquello que debería hacer; pero la verdad es que nunca vamos a estar en la piel del otro, y eso hace que no tengamos las herramientas correctas para controlar al otro, ni para dejarnos llevar por lo que otros dicen sobre nosotros.

No somos mejores o peores personas por compartir con los demás nuestras inquietudes y miedos (que son bastantes), pedir consejos, oírlos, y después de ello hacer de todas formas aquello que nuestro instinto nos pide hacer; aunque sea todo lo contrario a lo que el mundo dice.

No podemos pretender vivir una vida basada en la obediencia a las voces que nos rodean, y nunca a la voz que tenemos dentro; por el simple miedo de no cumplir estándares o de desilusionar a quién se ha esmerado por convencernos de algo.

¿Qué es lo que nos conviene? Y ¿Qué es lo que nos va a dar más alegrías?

¡Qué difícil que es vivir entre lo que parece lo mejor, y lo que sentimos que es lo mejor!

Creo que siempre les he hablado de lo maravillosa que es la vida, que aunque a veces creamos que viene hecha y oigamos expresiones como “esta es la vida que me tocó”; podamos cambiarla de un momento a otro, podamos girar, ver diferente, abrir los ojos, cerrar algunas puertas y abrir otras ventanas. Todos los días, a cualquier hora, estamos tomando decisiones que por pequeñas que parezcan nos hacen cada vez más dueños de nosotros y menos temerosos de avanzar.

“Soy el maestro de mi destino, soy el capitán de mi alma” William Ernest Henley.  

De esta frase se trata todo, se trata de entender que no vivimos a estar a expensas de aquello que los demás creen que es lo mejor para nosotros. Y sé que es difícil, sé que cuando tomamos alguna decisión que puede parecer una locura a los ojos de otros, sentimos miedo, sentimos deseos y necesidad de convencerlos para que no dejen de apoyarnos o de creer en aquello que sí podemos lograr aunque lo hagamos diferente a lo que se supone sería “lo correcto”. Muchas veces buscamos validación para coger fuerzas y hacer realidad eso que dicen las tripas. Sí. Las tripas. Creo que las decisiones que más disfruto tomar son las que siente cada célula de mi cuerpo, esas que vienen desde bien adentro y que sin tantos pros ni contras enlistados, tomamos. Las tomamos porque nos hacen sentir vivos, y porque más vale intentarlo.

Así que hoy, a manera de terapia personal, y también recordando que en este espacio ustedes y yo hemos encontrado magia y refugio, quiero recordarles que: No vinimos al mundo a que todos nos quieran e idolatren por ser perfectos. Ni tampoco estamos hecho para simplemente seguir instrucciones contal de no salirnos de la raya o de lo que la sociedad espera de nosotros. No somos una lista de cosas por seguir, hacer, querer, cumplir, no. Todo lo contrario:

Somos vulnerables, apasionados, amantes de lo que nos mueve el piso, el alma. Somos dueños de las cosas que nos permitimos decidir, y las que nos hacen sentir cosas, buenas o malas, nos hacen recordar lo vivos que estamos. Somos capaces, importantes, queridos; y tenemos consciencia de lo que queremos. Aunque a veces pareciera que estuviéramos perdidos, y entre las decisiones que podamos tomar no encontremos una que nos de completa satisfacción, la verdad es que la vida no es una línea recta y puede que las decisiones que tomes (esas que no parecen las más placenteras) sean solo un paso más antes de llegar a las que realmente esperas.

No tengas miedo de decidir por ti, no te sientas extraña, extraño porque lo que tu quieras se vea tan diferente a lo que los demás harían en tu posición. La verdad es que nadie va a pagar por lo que decidas como lo harás tú, nadie va a recordarte por las veces que simplemente fuiste complaciente con los demás y te quedaste en silencio, nadie va a alzar la voz para decir: Yo le dije que hiciera eso. NADIE. Porque la verdad es que compartimos la vida con otros, pero nadie puede adueñarse de ella, porque justamente nadie estará nunca en tu piel.

Por esto, y porque por suerte tienes la oportunidad de moldear tu vida, aunque creas que la mayoría de cosas se te salen de las manos, recuerda que siempre existe la oportunidad de volver a ti, de pensar en ti, de oírte a ti, y por supuesto de decidir por ti. Quienes te quieren, lo seguirán haciendo decidas lo que decidas, siempre que no les hagas daño. Y a quien menos deben hacerle dañó tus decisiones, es a ti.

Así que la invitación es a no sentirte mal por no querer lo que otros quisieran para ti, ni a negarte a tomar los caminos que te llaman por creer que nadie va a acompañarte. Somos dueños de esta historia y cuando nos vayamos, nos tenemos que ir seguros de que vivimos la vida que quisimos y no la que otros escogieron por nosotros.

Decide por ti, decide por lo que te hace vibrar, decide por lo que te dice la piel, y acuérdate que cuando lo primero que se viene a tu cabeza es un sí, no deberías dejarte apagar por un no.

Hoy, y como gerente de esta empresa de vida yo decido por mí;  y decido seguir llegando con mis letras a ti.

Siempre con el corazón: La de las letras