Uff. 

Creo que bien sabes lo que me está costando escribirte esta vez. ¿Sabías que van a hacer películas sobre ti? ¿Que habrá documentales en los que apareceremos todos en pleno sigo XXI con máscaras y hablaremos de lo que puede decirse solo con los ojos? ¿Sabías que lo revolcaste todo como un niño que no sabe lo difícil que es limpiar la ropa embarrada? ¿Sabías que fuiste una promesa gigante que terminó en preguntas? 

Uff.

Qué duro que es escribirte hoy, porque siento que puede que no solo escriba por mi, y que por eso quiero ser cautelosa y hacer cautelosas mis palabras hacia ti. Porque al mismo tiempo que destruiste muchas cosas, construiste otras. Porque fuiste oscuridad y también llevaste luz a las almas que vivían sin vivir, porque nunca me había aferrado tanto a esta misión que ahora resulta tan simple y que tenemos todos: vivir. Y agradecer por la grandeza de lo mínimo, y la eternidad de los instantes. Los pequeños gigantes abrazos y las ventanas abiertas que tuvimos estos días en que nos invitaste solo a mirar y a regresar adentro, siempre bien adentro de nosotros.

Fuiste un amor tormentoso, de esos que enseñan un montón de cosas, pero a los golpes; y que me tomó en subida para decir: no es tan fácil querida, no todo es andar en la vida, hay que aprender de bajada antes de llegar a la cima. 

¿Cómo es que contigo llegó a mi vida el gran día en que le dije SÍ al amor de mi vida? Y muy tranquilo después decidiste pintar nubes que parecen eternas, que llenan todo de dudas, y que dejan polvorosas muchas esquinas donde solían florecer día a día una infinidad de planes. Planes que ahora se tornan más lejanos pero que por suerte y a pesar de lo incierto de las cosas, nunca han hecho tambalear el amor de este par que todas las noches recapitula sueños y que tiene como lema de amor aquello que dice que puede pasar y cambiar  todo: la gente, el tiempo, el trabajo, el lugar donde vivimos,incluso los amigos; pero este amor nunca pasa. Y aunque el mundo sea incierto cuento con una mirada que me mira enamorada, y que me mira para decir: yo estoy aquí, y esto es lo único cierto. 

Querido y odiado 2020 ¿Cómo te atreviste a arrebatarme tantas alegrías? Parece que la piel se hubiera abierto para dejar salir heridas que no sabia que existían, pero que gracias a mi guarida voy soportando como quien soporta un peso que sabe que va a dejar un día en alguna cuadra sombría. Viviéndote descubrí que no soy tan débil como lo he creìdo y temido toda mi vida, pude darle órdenes cuerdas y claras a mi cabeza y ella obedeció sin alegatos. Obedeció porque sabía que era hora de sacar la casta y así lo hizo. Este año llegué a más de mil personas con mis ideas, toqué más puertas que nunca y se abrieron también algunas que nunca hubiese imaginado. Estos 365 días que compartimos tú y yo tomé la decisión de levantarme de la silla para decir: esta soy yo y esto es lo que quiero. Y aunque muchos que bailamos somos considerados locos por quienes no oyen la música, yo decidí que iba a seguir bailando y aquí voy llena de planes para que mi arte no sea solo mío y trascienda. 

2020 contigo me convertí por fin, después de darle mil vueltas a mis miedos, en conferencista, lancé un pedazo de mí al mundo con mi página web, mi refugio, pasé más tiempo frente a las cámaras que cualquier otro año y descubrí que sí es posible que los corazones se abran ante una voz que habla con retazos del alma. 

Fuiste un mar que nunca estuvo en calma, pero que aprendí a nadar como nada quien sabe que nadando puede llegar a la orilla. No me dejé ahogar por ti, y de mi piel salieron también escamas, y respiré en el agua. Aprendí a respirar, después de treinta años, aprendí a detenerme, a oírme, y a hacerme caso sin cuestionarlo todo. Me propuse hacer del tiempo la joya más preciada, y cada minuto valió la pena mientras decidí emprender la larga jornada que supone encontrarse a uno mismo, y hacerse feliz y darse paz, aunque la paz parezca caótica, y aunque te empeñaras en construir paredes en vez de puentes, creo que todos aprendimos a construir puentes. 

Puentes para llegar a quienes nos hacen falta, para decir las cosas que teníamos guardadas, para volver a soñar, para seguir caminando y por sobre todo para mover el corazón y gritar cuantos te amos salieran del pecho. Porque en tu caos 2020, descubrí que nada vale más que quienes tienen un puesto en mi casa y saben que esta también es su casa; y que en la vida nos basta con unos ojos que nos quieran mirar, unos oídos atentos, y los brazos para abrazar.

Me pude despedir de quienes me hicieron daño y cambié de trabajo, renové mi armario, y me enamoré un poco de mí porque aunque estuviera en casa decidí que de mi reflejo seguirían naciendo flores y que no vivimos por la adoración del otro sino por la propia. 

2020 lo cambiaste todo. 

Siempre había tenido miedo de llegar a los 30, y aunque llegué completa, me fui desbaratando un poco contigo. Tuve que cambiar mi alimentación, mis movimientos, mi forma agitada de vivir y hasta mis versos. Recaí un par de veces en la depresión que me ha acompañado siempre, pero así mismo descubrí que renacer no es un simple verbo y que mientras haya vida, hay un cuerpo que responde si le pides con alegoría. 

Así como pedí todos los días por mis papás, por sus vidas y por sus sonrisas. Nada me eriza más que sus emociones. ¡Quiero que vivan todo lo que no les dejaste vivir este año! Todas tus mañanas me levanté agradecida por poder llamarlos a darles los buenos días, y me duermo igual y enternecida cada noche después de decirles: Hasta mañana, los amo. 

No quiero que nadie sienta que se le está yendo la vida esperando que los estragos que dejas pasen; no es justo con quienes hemos luchado tanto que hayas llegado a ponernos de rodillas; pero lo cierto es que cuando estás abajo no te queda otra que levantar la cara y recordar que la fé es una puerta que aunque parezca cerrada todos podemos abrir si le damos uso a su llave. 

Fuiste magia perdida y encontrada, las gotas de agua que intentan apagar la llama, el hueco en la panza que trae el miedo cuando se posa en la espalda, la salida y la llegada, lo que te duele y lo que te sana; fuiste un humo tenso que me hizo sentarme a hablar con el pánico; y aún así, aún así te escribo, porque yo y quienes leen esta carta llegamos victoriosos a tu fin. 

Aquí estoy, encarándote finalmente en unas palabras imborrables para confesarte que fuiste un suspiro, un abrir y cerrar de ojos que lo que más deja en mí es sed. Sed de todo lo que vendrá detrás de ti cuando te vayas por fin. Y digo por fin porque sé que aunque quisiera que de verdad te fueras, seguiremos bajo tus escombros esperando salir, salir para volver a vernos mejor, de cerca, abrazados. Y espicharnos los unos a los otros y hacer del miedo una historia vieja que contar y no un invitado que se ha sentado en la sala para impedir que la llenemos de aquellos a quienes amamos. 

Las gracias esta vez no son para ti. Esta carta que me resulta agridulce y que se siente como un interminable desahogo lleno de esperanza, agradece solamente a Dios y al universo porque me tiene aquí sentada, esperando ver a mis papás y a mi hermana en la noche, tomada de la mano de Andrés y mirándonos a los ojos para recordarnos que el amor no tambalea y que la vida real sabe al rayo de sol que se alcanza a colar por la ventana, y al frío que opaca una fogata. 

La vida real es también la que me presentaste, la que veo ahora, la que me sueño ahora; cuando volvamos a levantar miles de copas ese día, ese día que me has querido arrebatar pero que no dejaré de pedirte nunca. (Sabes bien a lo que me refiero, y lo saben bien también quienes te han caminado junto a mi) 

2020 puedes acabarte pero irte jamás, si tu propósito era ser imborrable lo lograste. ¡Qué cruda forma pero lo lograste! No quiero creer que mañana todo será diferente y que volveremos a empezar el camino hacia la cima así como si nada. No quiero cargar el 2021 de tanta responsabilidad pidiéndole que nos quite tus marcas, pero si quiero intentarlo todo; ahora más que siempre, porque hay algo que no tocaste y son mis ganas. Y para mantenernos a flote todos los seres humanos necesitamos eso: ganas. 

Buena mar 2020, deseo que no vuelvas a tropezarte como lo hiciste justo empezando, que no se te olvide que nos debes no una sino varias sonrisas, y aunque después de ti no llegará mi calma, te aseguro desde lo más profundo de mi alma que seguiré siendo la mujer que nunca calla, y mucho menos cuando realmente ama. 

“Ningún mar en calma hizo experto a un marinero”

Nos veremos luego extraño amigo, cuando recordarte sea un cuento de esos que todos quieren contar por las cosas valiosas que les supo dar. 

Bendita la hora en que sin darnos cuenta y después de vivirte, te atravesamos. 

Tu siempre llena de letras,

Alejandra María Ortega