No. La verdad es que realmente no puedes escoger de quién te enamoras. Aceptas invitaciones, oyes palabras bonitas, y hasta lo disfrutas, pero el amor en sus inicios no es racional. No miras a alguien y dices: ¡Este fue! Este que me trata tan bonito va a ser del que me enamore. Si fuera así millones de historias habrían empezado en el momento correcto y otro millón de historias nunca hubiera empezado. El amor real, cuando arranca, está lleno de piel, de preguntas como: ¿Qué es lo que tiene que me gusta tanto? ¿Por qué me pongo tan nerviosa cuando voy a verlo? ¿Será que le escribo o espero que me escriba? Y así, dejando que empiecen a pasarnos cosas que cuando no se planean resultan infinitamente mejores, es cuando nos empezamos a decir a nosotros mismos: me estoy enamorando, me enamoré, lo quiero todo con esta persona en cualquier lugar. Y ahí es cuando empieza todo, justo todo de lo que les quiero hablar hoy.
No podemos escoger de quien enamorarnos, pero si somos responsables de cuanto dura el amor.
Somos quienes gobernamos el tiempo que le damos y lo que hacemos de él. La eternidad es un ideal cuando estas enamorado, pero no basta estar enamorado para que la eternidad sea realidad. El amor, cuando quieres que sea eterno, no simplemente va pasando mientras te hace feliz, el amor pide todo de ti: palabras bonitas que se repitan a diario, silencios necesarios, oídos atentos, razones y apuestas. Planes, compromisos, consultas. Entender que vas a llegar más lejos y a hacerlo más duradero si miras por dos, y entiendes que aunque eres feliz por ti solo y la felicidad no puede depender de nadie, ahora no sólo tienes la misión de tu felicidad, sino el anhelo de la del otro. Todas las decisiones que tomas en el amor, después de que lo has encontrado, si dependen por completo de ti, si somos dueños del sazón que le sigamos poniendo a los besos, a los abrazos, a las mañanas en las que nunca debería faltar un te amo, ni un: Ten un buen día.
Se me ocurre que la aventura apenas comienza cuando dices que SI, porque no puedes darte el permiso de pensar que la conquista ha terminado, o sentarte tranquilo y decir: así se enamoró de mí, ya me ha visto en las peores, ¿Qué necesidad tengo de arreglarme sólo para él? ¡Ya esto está seguro¡.
Nada en la vida está seguro.
Es muy diferente que alguien te de seguridad y te haga sentir seguro, a que vayamos por la vida creyendo que un amor es tan seguro que ya no hay que hacerle mucho. Amar es un placer, y a la vez un oficio, no es algo que simplemente consigues y ahí se queda, si no lo abonas, lo cuidas, lo agrandas, se apaga y a veces ni te das cuenta. Cuando amas de verdad tienes clarísima esa lista de defectos de los que también te enamoraste y trabajas en ellos tu tolerancia y también la voluntad del otro para construir y no dejar que nada destruya. Y ese trabajo, es diario, no es en vano que comparen siempre el amor con una planta, tienes que ponerlo al sol pero evitar que se queme, tienes que darle la cantidad suficiente de agua, ni mucha para que se ahogue, ni poca para que se seque, y estar atento a aquello que lo hace florecer, ponerlo siempre en el lugar más bonito de la casa y admirarlo, contemplarlo. El amor es el mejor y más indispensable accesorio para un hogar, lo demás, es paisaje.
El amor verdadero empieza después de la conquista.
Cuando empiezas otra clase de conquista, la que trabaja en lo eterno, la que hace que tengamos conversaciones importantes cada vez que lo necesitemos, y que seamos conscientes que no todos los días vamos a amarnos en igual intensidad, porque la vida es eso: una atracción que te sube, te baja, se detiene, te eleva y también te frena. Y en el amor son dos atracciones juntas, que no siempre están pasando el mismo momento. Para eso armamos parejas, para encajar, entendernos, soportarnos, levantarnos. El amor SI es nuestra decisión, si somos los dueños de su futuro, de cultivar a diario nuestros sueños en él y hacerlo junto con el otro. La piel escoge de quien se enamora, pero somos nosotros quienes decidimos qué tanto nos enamoramos, qué tanto damos, qué tanto nos comprometemos a hacer por el otro, qué tanto pedimos del otro, qué tanta vida le dedicamos a un amor para que como lo soñamos sea eterno.
Y lo mejor de todo esto, además de saber que el amor verdadero si está en nuestras manos, es cuando descubres que aquellos que dicen que el amor se vuelve costumbre, son quienes no le han dedicado la pasión que necesita, porque conseguir un amor que te haga soñar con el futuro, no es fácil, y por eso hay que verlo todos los días como un premio, como ese algo increíble que la vida nos está permitiendo vivir y qué si nos lo proponemos puede ser más grande cada día, cada mañana, cada noche, cada beso, cada viaje, cada sueño.
Ser dos es un placer, y es un oficio de todos los días.
Y cada uno es el dueño de las cosas que pasen en esos días que hemos decidido compartir con otro. Cuando cada palabra, cada plan y cada gesto nos emocionen, nos ilusionen, nos hagan entender que estamos cumpliendo y que tenemos un plan para que ese otro se enamore cada día más no sólo de nosotros, sino de lo nuestro.
El amor eterno es el que te hace oír al corazón cuando tienes dudas y repetirte: Ya me acuerdo porque te escogí, y por eso me quedo.